Somos lo que comemos, y por ello, la tendencia a consumir productos frecos, de calidad y de una procedencia fiable se ha convertido en los últimos tiempos en una de las obsesiones de los cada vez más informados consumidores.
Atravesando la carretera que une la capital almeriense con Aguadulce, si uno presta atención observará que a la izquierda, entre barcas de pescadores y alguna que otra embarcación de recreo, descansan estáticos unos gigantescos roscos.
Ecología En cuatro de esas jaulas -actualmente incrementadas a 6-, el Grupo Culmárex decidió ubicar en 2008 la primera granja con certificación ecológica de dorada y lubina de toda la costa española. En ella, los alevines de estas especies llegan cuando apenas alcanzan los 10-15 gramos de peso y se crían entre 12 y 18 meses al ritmo pausado que le marca su naturaleza.
Todo ello, supervisado con lupa bajo el Reglamento Comunitario 834/2007, el CE 889/2008 y el Reglamento 710/2009 de la Unión Europea, que fija las pautas de la producción ecológica de animales y de la acuicultura y de algas marinas.
La acuicultura ecológica es apenas un proyecto, puesto que sus elevados costes de producción y su ajustado precio de mercado deja un margen de beneficios aún bastante escaso. Aún así, el potencial de este producto hace que merezca la pena seguir luchando por él: “más que rentabilidad económica, seguimos ahí porque creemos en el producto, por seguir desarrollándolo y por satisfacer a una parte del público que quiere consumir este tipo de producto”, sostiene Mariló López Belluga, responsable de I+D+i y nuevos productos del grupo.
Diferenciación Pero, ¿qué diferencia este producto del resto?. El principal factor de diferenciación lo hallamos en la alimentación de los animales, siempre con certificación ecológica testada bajo los estrictos parámetros europeos e importada desde Francia, Italia o Reino Unido.
La dorada y la lubina son especies carnívoras, por lo que la composición de los piensos con los que son alimentadas deben contener un mínimo del 40% de base proteica y aceites de origen marino (derivados de pescado de otras especies) que deben proceder, siempre, de fuentes sostenibles como las pesquerías sostenibles certificadas o los descartes de la industria alimentaria –práctica conocida como ‘trimming’-. El 60% restante corresponde a compuestos vegetales procedente de la agricultura ecológica certificada.
Calidad El bienestar del animal –con una concentración máxima de cultivo de 15 Kg/m3 frente a los 20kg/m3 de la crianza tradicional, la garantía de trazabilidad y el control del cumplimiento de la normativa para la producción ecológica desde que son alevines hasta que el pez llega al consumidor, son factores a tener también en cuenta, sobre todo cuando la composición y propiedades saludables de los alimentos que consumimos son uno de los asuntos que más preocupan a los consumidores.
A pesar de que la calidad del pescado salvaje es excelente, con la producción ecológica y la acuicultura en general el control de las materias primas con las que se alimenta el pescado es muy estricto. Por ello, la mayor ventaja de este producto es que “sabemos y tenemos la garantía de lo que estamos comiendo”, asegura López Belluga.
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