“El rey es el vértice de la estabilidad en España”

Francisco Martínez-Cosentino es entrevistado por Pedro Manuel de la Cruz

Pedro Manuel de La Cruz
07:00 • 29 oct. 2021

Paco Cosentino es un árbol. Un árbol que creció en la tierra y aprendió en la sierra y que sabe, bien que sabe, que sus ramas han llegado a los cinco continentes porque sus raíces están ancladas en el cielo azul y el sol de su infancia. En esta entrevista habla del pasado, del presente y del futuro, del mundo y sus crisis, de los jóvenes y de sus expectativas, del mundo que viene y de la sociedad que está por llegar. 



Entre aquel primer taller de su padre de apenas unas decenas de metros cuadrados a este parque industrial de centenares de hectáreas en el que trabajan miles de personas han pasado más de sesenta años.  



En aquel taller empezó mi padre y aquí empezó todo. 



Un taller donde tú correteabas de niño, seguro. 



Sí, sí, y me acuerdo de quiénes eran los encargados, y también de cuando tuve que venderlo. Entonces no era Cosentino, era Eduardo Martínez Cosentino, y lo vendí en el 73 por 35.000 pesetas. Fue mi primera ruina. En aquellos años los principales clientes de los talleres eran los cementerios. Pusieron una vaquería. 



Pero de aquel taller de arte funerario y solería a este parque industrial seguro que hay un hilo conductor que les une. 



Que los dos son almerienses. Procuramos ser gente de nuestra tierra y eso es muy importante, no queremos perder nuestros orígenes. Intentando ser mejores cada día y principalmente -algo que para mí ha sido la clave para llegar hasta aquí- ganándome la confianza de mis proveedores, de mis clientes, de los bancos, de todo el mundo, aunque a veces me hayan engañado. Intenta siempre rodearte de buenas personas, eso es fundamental.



No tiene que haber sido fácil convertir aquella gota de agua que creció en un territorio perdido del sur de Europa en un lago industrial que hoy llega a los cinco continentes. 

Lo primero es tener claro dónde quieres llegar y rodearte de un equipo de gente que te aporte, si es posible que te complemente y que sea mejor que tú. Arriesgar y no ser conformista. 


El fracaso es un concepto muy aludido en muchas de tus intervenciones, hablas más del fracaso que del éxito. 

Sí, porque el fracaso forma parte del éxito. Si no arriesgas no fracasas, o crees que no fracasas porque, si optas por tu espacio de confort, al final te das cuenta de que has fracasado porque has perdido lo mejor de tu vida. Fracasar es algo que va con el hombre, y con el fracaso se aprende que hay que ser mejor cada día. Cuando empecé mucha gente me decía que no debía de hablar de los fracasos que había cosechado en mi vida hasta entonces.  


Pues no les hiciste mucho caso. 

Porque yo creo que es bueno decirlo para animar a toda la gente que ha fracasado a que piensen que pueden salir adelante, que eso puede ocurrirle a cualquiera y que otra vez puede ir mucho mejor. Y luego hay una circunstancia que aquel que no ha fracasado no la tiene, que es la experiencia, una experiencia que te va a hacer tratar mejor a las personas. 


Vamos, que unas veces se gana, otras se pierde, pero siempre se aprende. 

De todo se puede sacar una parte positiva; hasta en el caso del Covid. El Covid ha provocado un año terrible, pero también hemos aprendido. El mundo digital se ha revolucionado, nos hemos dado cuenta de que no hace falta viajar tanto, nos hemos dado cuenta de lo importante que es la ciencia, que es la medicina, que es la sanidad. ¿Qué ocurrió a nuestro alrededor? Que iba pasando la vida y, en medio de la tragedia, aprendimos muchas cosas.  


Tú viniste al mundo rodeado de mármol: respiraste mármol en tu casa, en el trabajo de tu padre, en las calles de Macael, en las conversaciones y en los juegos con tus amigos. Todo te llevaba hasta el mundo del mármol y un día vas y creas el silestone y lo llevas hasta millones de encimeras de cocina en todo el mundo. 

Yo en mi casa aprendí dos cosas, aparte de tener unos padres maravillosos que se preocupaban mucho por nuestra educación. Mi madre era una comerciante que se tenía que ganar la vida haciendo y vendiendo dos “matanzas” semanales. Era un pequeño supermercado de los que había en los pueblos. 


Un colmado donde se vendía de todo. 

Un colmado sí, pero muy pequeñito, y mi padre tenía una pequeña empresa como ya hemos visto. Cuando empiezo a investigar la Sierra de Macael y empiezo a conocer el producto, la primera ruina me viene, principalmente, porque intenté sacar la empresa de mi padre adelante en las canteras por ese amor propio de un hijo hacia su padre. Iba a la Sierra los fines de semana y, cuando conozco a fondo la cantera, me doy cuenta de que no valía. Entonces lo que hago es buscar nuevas canteras y compré la de El Perro Muerto sin dinero; y me la vendieron porque yo le ofrecí una cosa que no le ofreció la otra empresa que también quería comprarla: al padre yo le aseguraba la pensión mientras que viviera; y confiaron en mí, y no solo le pagué la pensión al padre, sino también a la madre. Por eso es tan bueno ganarte la confianza de la gente. Eran los años 77 o 78 y además de la cantera del Perro Muerto, compro otra en Australia y otra en Polonia, no en esos países, claro, eran zonas de la sierra que se llamaban así. Las tres operaciones me salieron mal. Esa fue mi segunda ruina. 


Y vuelta a empezar para salir adelante. 

Sí, claro, ¿y cómo salí adelante? Pues trabajando de noche y de día con gente de confianza, con gente que me ha acompañado hasta hace poco, alguno se ha jubilado con 70 años, un cantero, Eduardo Franco se llama. Al final encontré la veta y ¿en cuál de las tres canteras?  En el hoyo del Perro Muerto. Gané dinero y comencé a montar la fábrica en la que estamos ahora. Me vine a un sitio lejos y que pudiera crecer, me vine solo, aquí no había nada alrededor, no había nadie. Solo una fabriquita aquí, muy, muy pequeña, en la parte de arriba, pero no había nadie.  Pero me has preguntado cómo comenzó la experiencia del Silestone.  


Vamos a ello. 

Como siempre me ha interesado mucho el medio ambiente me pregunté si yo podía hacer un producto con los desperdicios del mármol y darle un color determinado. Eso me permitía no tener canteras. El mármol blanco tenía mucho prestigio aquí, pero no en otras partes de Europa, donde cada país aprecia su propio mármol. Tenía que buscar un producto que fuera homogéneo pero que tuviera más calidad. En uno de los viajes a Italia me ofrecieron unas máquinas con las que podía aprovechar el aglomerado de mármol. Hicimos una inversión de 1.500 millones de pesetas, fíjate la cantidad de dinero que era ya en aquella época. Yo ganaba entonces 300 millones de pesetas al año, y como el fabricante de maquinaria, que me conocía por primera vez, me daba plazo para pagarla con mi garantía personal y tres créditos que me daban de 180 millones de pesetas, uno del Popular, otro del Banco Europeo de Inversiones y otro de la Caja de Ahorros de Almería, me metí en ese fregado.  


Pero no funcionó como esperabas. 

Cuando empezamos era un producto que se rallaba, se manchaba, le daba la electricidad estática a la gente porque llevaba resina, y el nicho de mercado en el que intenté meterlo fue principalmente el de la construcción. Me moví o nos movimos muy bien comercialmente, poniéndole la fachada del Banco Santander (me acuerdo un día con Santiago -Santiago Alfonso, su director de marketing y comunicación- limpiando una fachada en el paseo de la Castellana; pusimos los suelos del Banco de España y me acuerdo cuando me llamaron los arquitectos del Banco España muy sorprendidos para decirme que pasaban cables por debajo y me dijeron: “si yo fuera usted vendía la fábrica ahora mismo”; hicimos fachadas de centros comerciales que se cayeron y ahí empezó mi tercera ruina. 


Fue el fracaso del MarmolStone. 

Sí y, fíjate lo que es la vida, eso fue en los primeros noventa y en el 92 me dieron la Medalla de Andalucía. Pues bien, al día siguiente de recibirla, al día siguiente, llevé un pagaré de 12.000 pesetas al Banco Popular de Baza y no me lo tomaron porque no se fiaban de mí. De lo más alto llegué a lo más bajo. Fueron momentos difíciles, tuve que renovarme, enfrentarme a todo el mundo, me cortaban la luz, el agua, fue una crisis fuerte y, encima de todo, el mercado cerrado. Después de las Olimpiadas y la Expo, España se cerró. En aquel septiembre no sonaba el teléfono para nada y ni el mármol blanco Macael ni nada se vendía. Aquel dinero que ganaba de la fábrica de mármol también se vino abajo y ahí surge el Silestone. Pero no funcionó; no por producto, sino porque intento meterlo en un nicho de mercado que no era el adecuado como era la construcción.


Comienzo a respirar cuando nos damos cuenta de que es un gran producto para encimeras de cocina porque el ama de casa podía elegir el color que más le gustara. Eso empieza a funcionar. Viajé durante mucho tiempo todos los meses a Israel, me asocié con una familia mexicana que estaba montando una fábrica en Minnesota, ellos querían comprarme la marca, no quise, pero, dada mi situación económica, no podía poner condiciones; cuando se ofrecieron como socios acepté. Pero la experiencia fracasó, aquella gente se gastó el dinero del fondo de la policía de Minnesota y de los bomberos de Minnesota y nunca puso la fábrica en marcha. Al final fiché a uno de los hijos de esa familia, le regalé 200.000 dólares para que entrara de socio y en el año 2009 le compré sus acciones por 72 millones de dólares sin que hubiera puesto un solo dólar. Ahora en EE.UU tenemos más de cincuenta almacenes. Pero mientras que eso ocurría, también hicimos más cosas. Cuando yo era presidente de la Cámara, los fines de semana iba a Latinoamérica. Monté empresas y todo me salió mal, todo salvo en Brasil, fue una fábrica que hice y que la tengo todavía, mucho más moderna, en el estado de Espíritu Santo, en Vitoria, y que, principalmente, trabaja con granito para Estados Unidos; y también me salió bien un almacén en México Distrito Federal. Después fui entrando en los países europeos, buscando socios y hoy estamos en todos los países europeos y así hemos seguido funcionando. 


Uno de los temas que más preocupan en la actualidad es el futuro de los jóvenes. Tú, ya adolescente, te vas a Barcelona, das clase como maestro y un día regresas a Macael, con apenas 20 años, para ser empresario. ¿Qué le recomendarías a los jóvenes que, como tú entonces, tienen la decisión y la vocación de ser empresarios?  

Pues lo primero de todo, el Consejo principal que les puedo dar es que lo principal es que sepan lo que quieren y, si es posible, que tengan un buen tutor, que tengan buenos tutores. Le aconsejo al joven que empieza su primer trabajo que no se preocupe del primer sueldo, que se preocupe, primero, de quién va a ser su tutor. Eso lo va a marcar toda su vida, toda su vida. El tutor es la clave después de saber, de verdad, qué es lo que quiere hacer. 




Todo proceso de cambio global va acompañado por una situación de incerteza, de incertidumbre. Una de las cuestiones que más agobia a los jóvenes es qué carreras, qué trabajos tendrán futuro en el horizonte de 5 años. Según tu experiencia, ¿qué carreras son las que van a tener futuro a partir de cuatro o cinco años?

En principio hay una carrera, que es la carrera de tu vida; y espera que te explique: la carrera de tu vida es la que te enseña que no vas a parar de aprender, lo que tú estás sabiendo hoy es la base de lo que vas a aprender el día de mañana; segundo, yo pensaría qué me gusta y optaría por carreras universitarias base o por formación profesional y, lo que sí haría a la misma vez que están estudiando, trabajar los veranos. Lo más importante que echo en falta en este país es la formación dual y cuando digo dual no digo solamente de formación profesional, sino también en la Universidad, que a la misma vez que se está estudiando se esté trabajando, y eso demostrará si te gusta ese trabajo o no. Yo lo que les digo a los jóvenes es que sepan que después pueden ser muchísimas cosas, pero que no van a parar de aprender. 


También hay otro escenario de incerteza que es saber hacia dónde va el mundo, hacia dónde vamos. Tú tienes intereses en los cinco continentes y los conoces porque viajas continuamente a ellos. ¿Cuál es tu perspectiva, tu prospección de hacia dónde caminamos, hacia dónde va la sociedad actual? 

Cuando dices dónde va la sociedad actual hay que saber de qué sociedad estamos hablando. Porque hay dos mundos: el mundo occidental y el mundo comunista, aunque todos con matices; y después hay formas de pensar y de trabajar, lo que está pasando en Asia, lo que ocurre en Estados Unidos y lo que ocurre en Europa. Europa se está convirtiendo en un museo. 


Dibujas un panorama desolador para los europeos. 

Europa debería copiar lo mejor del sistema americano y lo mejor del chino, la digitalización, la innovación y defender mucho a la persona, como lo estamos haciendo. En Europa hay una cosa buenísima, que es la protección social. Estados Unidos no puede girar hacia una economía o unos trabajadores subvencionados, como comenzaron a hacer con la Covid. El espíritu de superación debe volver, no hay que darle 600 dólares semanales a quien no trabaje, porque eso lo que provoca es que muchos no quieran trabajar y así pierden competitividad. El sistema chino es diferente, se están preparando a tope, salen más ingenieros que en ningún otro lado, tienen un afán de superación enorme, son trabajadores súper preparados; si tuviera que sacarle un defecto a los chinos es que todavía no han controlado las grandes multinacionales pero sí han controlado las materias primas.  


¿Y en España, hacia dónde va España?  

Te voy a decir una cosa: tengo mucha esperanza con España... si no nos la echamos a perder. Cuando pasó la última crisis del 2008 a 2012-2013 lo que salvó a España fue la exportación, saliendo gente fuera, a vender, a conquistar mercados. Tenemos una juventud que es una maravilla, con más hambre de progresar, de innovar, de crear, que todos los europeos juntos y ese es el gran activo. 


Un gran activo que puede echarse a perder si no se acierta con las medidas a tomar. 

Y la principal medida es la formación. La formación hace que la gente no encuentre trabajo hasta los 30 y 35 años porque no hacen una formación dual. Hay que hacer una educación de consenso, tenemos que recuperar la formación profesional dual y tenemos que llegar a acuerdos entre el empresario y la administración para esa formación profesional dual. Eso haría que nuestra juventud encontrara trabajo pronto porque el principal problema de España es el paro y en España ya tenemos casi una generación que va a cumplir treinta y tantos años y que no está trabajando y que no lo va a encontrar o le va a costar mucho trabajo, salvo que sea de camarero. No quiero para mi tierra que seamos solamente un museo; un museo o un restaurante. Eso es bueno, pero no quiero que todo sea eso cuando faltan miles de profesiones que vamos a necesitar y, si no están aquí, vamos a tener que importarlos y nosotros nos quedaremos con que nos den la paguilla, que es lo que te decía antes que pasó.  


Tú estás apostando por energías verdes, vas a poner en funcionamiento una gran planta de energía solar, también tienes gas natural. ¿El futuro de la humanidad es verde y sostenible o no será?  

Sí, pero hay que hacerlo con organización, y ¿qué es lo que habría que hacer para tener esa organización? Primeramente, tratar de saber hacia dónde vamos. El objetivo es tener una energía verde, ecológica y poco contaminante. Ese es el objetivo. Ahora tenemos que ver cómo llegamos ahí. Tú no puedes coger y cerrar las plantas de carbón, cerrar las centrales nucleares sin tener la solución o, por lo menos, contar con alternativas avanzadas. ¿Qué es lo que ha ocurrido, lo que está ocurriendo? Que no estamos preparados, no tenemos gas suficiente. En este momento dependemos, por un lado de Argelia, y por otro del norte de Europa, de Rusia, y nos están marcando la pauta. 


Cuéntame un secreto. Estamos atravesando los últimos coletazos de una pandemia tremenda, terrible, de un tsunami que ha afectado a todos los sectores, a todas las personas, a todos los países. ¿Dónde está la clave para que Cosentino, durante este tsunami brutal, no haya tenido que hacer ni un ERTE, ni un despido, haya controlado la pandemia dentro de sus instalaciones? Y estamos hablando de miles de personas que trabajan aquí, en la planta de Cantoría. 

No, sí hemos hecho despidos, pero no por el Covid porque, al final, tenemos más puestos de trabajo que los que había antes de la pandemia. Este año creo que se van a crear 800 puestos de trabajo. ¿Dónde está el secreto? En tener diversificados los mercados, no depender de un solo mercado. Pero cuando digo no depender de un solo mercado, no es que yo mande producto a los diferentes mercados, sino tener gente mía en todos los sitios. Cosentino estaba en todos los sitios, teníamos almacén en todos los mercados y estábamos sirviendo a todo el mercado. Una de las cosas que hemos aprendido es que te tienes que internacionalizar la empresa, no vender fuera, que es diferente a internacionalizar. Los containers continuaron viajando y los camiones también porque teníamos gente nuestra en todos lados. Eso es internacionalizar, no solo vender.  


Desde aquel antiguo taller de tu padre, perdido aquí en la Sierra de los Filabres, hemos recorrido el mundo. Volvamos ahora a Almería. ¿Qué futuro ves para la provincia? 

El futuro será el que quieran los almerienses, porque el futuro lo hacen las personas, no se hace solo. Aquí hay mucha gente, mucha gente que merece la pena. La mayor necesidad que tiene Almería, la mayor de todas, es el agua. Tú y yo sabemos que hay almerienses que han traído el agua, el trasvase Negratín, y tú yo sabemos que alguien se ha hecho cargo de alguna desaladora. El futuro lo tienen los almerienses en sus manos, hay que ser constantes en el tema de las infraestructuras. Almería turísticamente es una gran potencia, va a ser una gran potencia. Hemos sabido respetar Cabo de Gata - Níjar y eso crea un punto de atracción que es maravilloso, que no lo hayan estropeado ha sido vital para el futuro. Pero hay que salir de la zona de confort. Hay que salir fuera, hay que montar activos fuera, tenemos que intentar saber cómo podemos avanzar más en los mercados y, además de eso, como provincia exportadora que somos, debemos ser una provincia con empresas internacionalizadas.  


Por último, una pregunta de hoy. Cosentino tiene ya casi más trofeos que la vitrina del Real Madrid. El último lo recibes de manos de Su Majestad el Rey y aquí en tu tierra. La emoción debe ser grande. 

Sí, lo es, la verdad. Por quién lo da y por quién lo entrega. Para mí el Rey es el vértice de la Constitución española, el vértice de la estabilidad de este país. Que el Rey me entregue el premio que me otorgan el Círculo de empresarios vascos, catalán y del resto de España es una gran satisfacción. Una satisfacción que tengo que compartir, no solamente con la gente de Cosentino. Te lo digo, Pedro, porque lo he pensado: tengo que repartirlo con la gente de mi tierra porque es un reconocimiento a Almería, un reconocimiento a mi tierra, a mi gente, a la labor que están haciendo todos los días. Y no te lo digo con falsa modestia, es lo que pienso en mi interior. Es un reconocimiento al empresario de Almería y a los profesionales y a los trabajadores. Felicidades a todos porque el Premio es para todos los almerienses.


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