Conseguir una mesa libre en ‘La isla’ era como si te hubiese tocado a la vez el Gordo de Navidad, la Primitiva, una quiniela de quince y el cupón, todo, en un fin de semana. El sitio se convirtió en obligada peregrinación ya que este preciado molusco es cocinado siguiendo ancestrales recetas de la gastronomía popular.
En los inicios, ‘La isla’ dejó de ser un secreto para transformarse en uno de esos sitios con identidad propia donde siempre querias regresar. Un bar con una estrella de ocho patas. Era un museo del olor, pura historia de Adra, pero historia de la de verdad, de la que se escribe y probablemente, uno de los iconos en la provincia en sus comienzos. Un auténtico refugio gastronómico situado en un no menos estratégico punto.
En pleno Paseo Marítimo de Adra, allá por la década de 1950, fue fundada ‘La isla’, por José Espin y su esposa Isabel Madrid. El bar ‘La isla’ fue una de las primeras iniciativas que se pusieron en marcha para dar vida a esa zona y precisamente se pensó en dar este nombre al bar porque,por aquellos entonces, esa zona era un lugar desértico y, al estar junto al mar, sus dueños acordaron denominarlo así perdurando actualmente hasta nuestros tiempos.
Tratándose Adra de ciudad marinera y de los puertos más importantes del litoral andaluz, ‘La Isla’ se convirtió muy pronto en uno de los lugares más visitados de la localidad adquiriendo una fama enorme gracias a su cocina, especialmente a los platos de pulpo que ofrecía en su extensa pizarra.
‘La isla’ se convertiría con el paso del tiempo en visita obligada por muchas personas diariamente. Era de paso obligado por quienes visitaban por primera vez Adra. El lugar, sobre todo en época estival, se convertía en fiesta, ya que su barra y pequeña terracita eran ocupadas por parejas, matrimonios y familias siendo casi imposible encontrar un pequeño hueco para refrescar la garganta con una buena tapa de pulpo.
Pasado el tiempo, recogería el testigo uno de los hijos de los fundadores, Vicente Espín, que durante varias décadas llevó como propietario la dirección del bar, aprendiendo, recuperando y guardando el secreto de las elaboraciones ancestrales que sus padres aprendieron de generaciones anteriores de gente del mar.
Uno de los mayores éxitos de la fama de ‘La isla’ era que el pulpo que adquirían los compraban en mercado, a pescadores de la pesca de recreo o en la propia lonja abderitana. Eso sí, daban primero preferencia al pulpo capturado en Adra por su frescura y segundo, que fuese de la zona mediterránea.
Aunque la variedad en tapas, formas y elaboración eran extensas, las tapas reinas de pulpo más habituales en su preparación eran tres: ali-oli,seco y pulpada. ‘La isla’ era un lugar por donde pasaron personalidades de la vida pública y política, pudieron disfrutar de éste exquisito fruto del mar.
Gente de todos los rincones de España querían probar su pulpo. No probarlos estando de visita en Adra era pecado capital, un lugar muy especial para generaciones criadas entre recuerdos y momentos. De aquella cocinilla salía un olor a pulpo seco asado, que te atrapaba como tentáculos el alma.
De lugar desértico pasó a convertirse en todo un oasis para muchos abderitanos y visitantes que tuvieron el privilegio de conocerlo. El matrimonio conseguía que la esencia con la que nació el establecimiento siguiese intacta durante muchos años y eso los abderitanos o no, lo supieron apreciar. Como apuntábamos al comienzo, era un bar muy chico, de apenas 20 metros cuadrados, lo que facilitaba el contacto de los clientes.
Aún en alguna tertulia mis conocidos han echado de menos estar sentados en una de aquella docena de mesas en la terraza –si tenias la suerte de encontrar sitio– en la que charlar tranquilamente, incluso con el bullicio que se formaba sobre todo los viernes noche o esos sábados y domingos a mediodía.
Un negocio familiar de ambiente distendido. Un bar pequeño pero lleno de encanto para degustar el singular sabor del pulpo seco. Ese sabor y textura único que hace de este plato sea todo un orgullo de los abderitanos.
Todo aquello conformaba un cóctel explosivo, con un ambiente de alegría contagiosa que alejaba las preocupaciones y el estrés en apenas unos minutos. Vamos, que debió de estar recetado por el médico para casos de ansiedad o agobio por la vida.
Durante el paso del tiempo pudo ser entidad bancaria o un bazar chino pero hoy en día, y tras algunas reformas, el local mantiene el nombre de ‘La isla’ y su armazón embrionario. Es una cafeteria-churreria donde sus actuales inquilinos son especialistas en desayunos, ofreciendo productos de primera calidad a clientes, con sus churros artesanos conservando el sabor tradicional del churro almeriense en un lugar ideal para desayunar y recordar.
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