Mientras lo pintores dan los últimos brochazos, el célebre Casa Puga, el bar de Almería por antonomasia, se prepara para reabrir sus puertas este miércoles 18 de diciembre con obras que han modernizado el establecimiento manteniendo la misma esencia, porque renovarse es una forma de no morir. Se ha rehabilitado principalmente la cocina, los aseos y los equipamientos y en un futuro próximo se rehabilitará la fachada manteniendo las características del edificio y bajo la dirección técnica del arquitecto almeriense Manuel Zurita, quien dirigió también la recuperación del edificio del actual Hotel Catedral.
Casa Puga cerró temporalmente a finales del pasado mes de octubre dejando a su parroquia durante dos meses a la espera de una reapertura que ya ha llegado; una parroquia que va de adolescentes con acné de 18 años a ancianos de chato de vino con mucha vida corrida. Ha sido la primera fase de unas obras que continuarán después de Pascua con una reforma de la fachada. Rehabilitaciones varias que no afectarán a sus esencias: a sus vinos de Albondón, a sus azulejos a sus colecciones de botellas añejas. Todo seguirá ahí como el primer día para que Puga siga siendo Puga como un nuevo Puga. Como en El Gatopardo de Lampedusa: Es el triunfo de un bar del centro de Almería que atesora la solera de más de trece décadas en su mostrador de mármol y en sus tres filas de acceso los fines de semana para hacerse con una tapa de champiñones o de gambas con gabardina.
Está documentado que en 1870 el inmueble, en pleno casco histórico de la ciudad, era una taberna que regentaba Luis García Romero en la entonces calle Santo Cristo. Juan Puga Antequera, un alpujarreño de Albuñol, tomó las riendas con el nombre que aún mantiene en 1909, junto a su mujer María López . La taberna de Juan Puga pregonaba en 1921 en La Crónica Meridional su “cerveza helada y sus tapas exquisitas”. Fue el germen de la actual botillería de Jovellanos, santuario de la tapa para nativos y forasteros.
Tras la Guerra languideció el bar y el fundador lo traspasó a su sobrino Leonardo Martín López, padre de los anteriores arrendatarios, que tras décadas de trabajo, desde niños, se han ganado un merecido descanso. La taberna decana de Almería, junto a la calle Las Tiendas y el convento de Las Claras, ha gozado siempre de un abolengo ininterrumpido entre las botillerías de la ciudad.
Allí se ha bebido y se ha tapeado en tiempos de República, Dictadura y Monarquía. Sobre el serrín de su suelos, entre sus azulejos andaluces, entre chato y caña, los hombres de Almería fueron envejeciendo y los muchachos madurando, como el néctar de La Contraviesa. En 2015, tras abrirse una campaña de recogida de firmas contra su cierre en las redes sociales que alcanzó 1.500 rúbricas, el bar Casa Puga fue traspasado por la familia Martín López a la empresa Servicios Hoteleros de la Catedral.
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