El Vía Crucis con el Santo Cristo de la Escucha volvió a convertirse un año más en el máximo exponente de la piedad popular de nuestra Semana de Pasión, con su tradicional Vía Crucis que partió desde la Catedral de la Encarnación, en la madrugada del Jueves al Viernes Santo.
Las cinco en punto de la madrugada fue la hora de comienzo de la procesión que congregó a un público que llenó la plaza catedralicia, después de haber velado la imagen, como tradicionalmente se realiza.
La Hermandad se creó el 17 de mayo de 1958, bajo el episcopado de Alfonso Ródenas García, correspondiéndole la presidencia de la Hermandad al Cabildo Catedral, que delega en un capitular con el título de Mayordomo del Santo Cristo y que en esta ocasión ha recaído en el deán de la Catedral, Juan Torrecillas, quien fue el encargado de leer la primera Estación del Vía Crucis. Imagen que reprodujo en el año 1941 el escultor almeriense Jesús de Perceval, reproduciendo la destruida durante la Guerra Civil española.
Numerosos almerienses de todas las edades y condición se dieron cita a las mismas puertas de la Catedral para participar en la piadosa procesión, con la imagen que fue portada a hombros por una veintena de devotos del Cristo netamente almeriense.
Distintos representantes de congregaciones y colectivos de la diócesis realizaron cada una de las Estaciones del Vía Crucis, intercalados por cánticos religiosos y momentos de silencio intenso para reflexionar sobre las lecturas leídas.
En total respeto, eran también numerosos jóvenes que tras disfrutar de la fiesta en distintos locales del centro, se sumaron a este gran exponente religioso y tradicional, donde lo sobresaliente no son los ricos pasos, bordados o bandas, sino los propios almerienses entorno a una imagen, con una tradición que se pierden en el tiempo de la historia de Almería y donde el autor y procedencia de la imagen cristífera se mezcla entre la historia y la leyenda de una imagen que según parece fue traída desde la antigua Catedral Mezquita, hasta la nueva y actual Catedral de la Encarnación, construida tras el gran terremoto que desoló la ciudad en el año mil quinientos veintidós.
Con los brazos levantados, el Santísimo Cristo de la Escucha hizo su regreso hasta la Catedral para dar por concluido su Vía Crucis.
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