La muerte de una decena de prostitutas en la provincia de Almería entre 1989 y 1996 dejó siempre en el aire la terrible sospecha de que en esos años existiera en Almería un asesino en serie, incluso que el misterioso criminal siga aún viviendo en la provincia. Las dudas sobre esta posibilidad a pesar del tiempo transcurrido no están totalmente despejadas. Existen una serie de coincidencias, admitidas entonces tanto por la Policía como por la Guardia Civil que alimentadas por una serie de determinados componentes permiten sostener la teoría sobre un asesino serial que durante ocho años ha campado a sus anchas entre los almerienses. ¿Sabe alguien algo?
Uno de los datos más significativos, que retrataban a este “Jack El Destripador” fue, que todas las prostitutas asesinadas eran muchachas muy jóvenes de una edad similar, procedentes de un ambiente marginal que murieron asfixiadas y estranguladas y en muchos de los casos sus cuerpos aparecieron desnudos al aire libre alejado de núcleos urbanos. Lo cierto es que tal vez por una mala o imperfecta investigación policial, falta de constancia o la falta de una mayor presión social, una decena de personas murieron violentamente sin que se les haya hecho justicia. Todas estas infortunadas víctimas carecían en su mayoría de un profundo arraigo familiar. Quizás faltó profesionalidad o ese punto de insistencia que acuciara a la justicia a encontrar a los culpables. A pesar de todos estos años transcurridos, la identidad de este asesino o asesinos sigue siendo una incógnita.
La cadena de prostitutas asesinadas durante los años 1989, 1992 y 1993 fueron los más llamativos en cuanto a número de casos. Hubo dos y tres asesinatos en cada uno de estos años y entre los restantes, una escasa separación de tres y seis meses. Oficialmente nunca hubo detenidos pese a que cada de uno de los crímenes fueron exhaustivamente investigados y rastreados casi medio centenar de sospechosos.
Solo en 1992, tras el asesinato de María Jesús Muñoz el 6 de octubre cuyo cadáver apareció estrangulada a la entrada de Almerimar y el descubrimiento tres meses más tarde el 21 de julio de unos restos de mujer calcinados en un vertedero de El Ejido, fue entonces cuando se admitieron tímidamente la posibilidad de que el autor en ambos casos podría ser la misma persona,
Entre los casos pendientes figura la muerte de Carmen Heredia de 26 años hallada el 6 de agosto de 1989 en una rambla de Vélez Rubio. Otra joven y sin identificar apareció en Purchena en una acequia dentro de una bolsa de plástico. Fue localizada por un pastor el 21 de octubre de 1989. Dos años más tarde el 6 de octubre de 1991 fue localizado el cadáver de otra muchacha en Punta Entinas con todas las trazas de ser la enfermera británica desaparecida sin rastro, pero un informe médico británico- basado en su dentadura-rechazó que se tratase de la misma persona.
Sobre el tema del asesino serial, se habló mucho a principios de la década de los años noventa y entre el colectivo de prostitutas hubo una autentica psicosis. Fueron muchísimas las que aterrorizadas y en desbandada abandonaron Almería.
Algunos datos y matriculas de coches de ocasionales clientes fueron facilitados por las propias amigas de las victimas o sus proxenetas a la Policía o Guardia Civil. Hubo un sospechoso en la zona de Poniente, aunque se carecía de pruebas o indicios sólidos que esta persona el asesino que se buscaba. A golpes o asfixiadas. Así al menos fallecieron casi la totalidad de estas mujeres. Su autor o autores provocaron la muerte por contacto directo con sus víctimas.
Se dice que estos asesinos seriales, desde el punto de vista criminológico suelen reincidir como mínimo en tres oportunidades y con un cierto intervalo de tiempo entre cada uno de los asesinatos. En los casos ocurridos en Almería se contempla este dato.
Hasta enero de 1993 no se produjo un nuevo crimen. Los medios de comunicación lo contabilizaron como la séptima víctima del asesino de las prostitutas. El 25 de enero, una ciudadana halló en una playa de Aguadulce el cadáver de María Leal. Su cuerpo apareció desnudo entre unos cañaverales. La joven tenía solo 22 años, y se encontraba embarazada. Un fuerte golpe le había roto el cráneo.
No habían pasado seis meses y el 5 de julio un agricultor encontró en Cuatro Vientos (El Ejido) el cadáver de Khadija Monsar una marroquí de 25 años que trabajó en un club de alterne de Pampanico. Como en el caso anterior, el cuerpo estaba semidesnudo solo con el sujetador y la boca tapada con una gruesa y ancha cinta aislante.
Hubo dos casos más. Otra joven holandesa, de origen magrebí, Nadia Hach Amar de 22 desnuda y estrangulada a espaldas del campo de fútbol de Los Ángeles cuyo cadáver se halló el 2 de agosto de 1994 y su autor no fue detenido.
Y cerró el terrible ciclo, la muerte de Aurora Amador. Su cadáver fue localizado en la playa del Palmer entre unos acantilados. Desnuda y con el cuello partido, estrangulada como todos los casos anteriores.
Son crímenes impunes. Unas muertes que son recordadas solo cada vez que ocurre un hecho luctuoso de idéntica magnitud. Han sido diez mujeres muertas en extrañas y violentas circunstancias víctimas de seres desequilibrados. Muchachas unidas en común por el desarraigo, condenadas por la sociedad y refugiadas en el marco de la droga y la prostitución.
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