“La nostalgia por aquello que fue aún sigue flotando en el aire en Las Salinas”

Cardozo Basteiro (Almería, 1988) dirige y escribe ‘Porque la sal’, corto documental que nace para contar la historia de las almas que aún habitan en las veinticinco casas creadas por una empresa salinera en Cabo de Gata. 

¿Cómo nace la idea?
Me tocó preparar la localización de Las Salinas para la película ‘Toro’, de Kike Maíllo. Pasé allí tres semanas solo con un pequeño equipo de arte, por lo que tuve mucho contacto con la gente del poblado. Cuando les preguntaba si podíamos usar sus casas, enseguida surgían historias: “¿Sabes que en esta casa nací hace ochenta años? ¿Y que ese lugar fue una sala de cine?”. Empezaron a llenar a mi cabeza de nostalgia y recuerdos, y de alguna forma me quedé atrapado allí.

¿De dónde viene el título del documental?
La frase es mía. Esta conversación que tenemos, que lleve un año y medio con este proyecto, que exista este lugar, todo, es porque la sal: el poblado fue construido por una empresa para que vivieran allí sus trabajadores. Y las estaciones lo han condicionado, ya que la sal funciona como una cosecha: cada momento del año implica un proceso distinto en el trabajo, una rutina. Queremos reflejar eso, qué significa cada una de las estaciones, cómo han marcado a la gente aunque ya no trabajen en la sal. 

¿Cuánta gente vive allí en la actualidad?
Son veinticinco casas [y enumera cada una por los nombres de sus ocupantes]...  y hay ocho habitadas todo el año. El resto se ocupan estacionalmente, en fines de semana o vacaciones. Pero no hay ninguna abandonada, todas tienen vida.

Y a estos vecinos los llamamos salineros.
Salineros hay por toda España, ya que hubo una ola de emigración muy importante en los sesenta cuando se pierde parte de la industrialización, como la fábrica de bromuro o el laboratorio, y se genera maquinaria que hizo perder puestos de trabajo. Muchos se fueron a Cataluña. A pesar de eso, hay una fortísima identidad salinera: un poblado de casas que en verdad son barracones construidos por una empresa se ha convertido en el nombre de un pueblo y ha creado un gentilicio.

¿Cuáles son los rasgos que los distinguen?
El principal elemento que flota en el aire es la nostalgia; está muy presente. Con quien hables, en lo que te cuentan, está la nostalgia por aquello que fue: un lugar con un esplendor industrial y social muy grande para la época: cuando en Cabo de Gata no había luz y solo había casitas de pescadores, ellos tenían electricidad y un cine mudo. 

Otro rasgo es el sentimiento de familia: están conectados, han sabido entender que eran todos a una. Aunque tengan discrepancias y se digan a la cara lo que piensan, cuando una vecina se cae todos van a ayudarla para que se levante. 

Y luego está la forma en la que se han relacionado con el mundo exterior, a través de los barcos que venían desde el extranjero y también con el cine: muchos vecinos trabajaron construyendo decorados para ‘Curro Jiménez’ y ‘Cleopatra’ y cuando rodaron ‘Lawrence de Arabia’ hubo una estampida de caballos por no sé qué historia. Tienen un vocabulario muy específico, relacionado con la sal, y un universo más amplio de historias que a cualquiera puede interesar.

De alguna forma, sin ánimo peyorativo, es una comunidad teatralizada. Las casas parecen un plató, no sólo porque hayan servido para el cine sino porque la construcción es muy racional. Es un espacio que se presta a contar historias...  ¡y encima es que se han contado!

Es curioso, porque tanto la iglesia como las casas son elementos muy simbólicos del paisaje. Y pocos conocen su historia real. 
A mí me ha pasado. Hasta que no hice ‘Toro’ no sabía nada, y eso que vivo a treinta kilómetros. Mi punto de vista como observador es parecido al del espectador:  no soy salinero ni me he criado con ellos. Y es cierto, es un icono visual: son incontables las fotografías y los anuncios que se hacen durante todo el año. 

¿Cómo se han tomado los vecinos ser protagonistas del documental?
Llevo año y medio hablando con ellos, mezclando lo personal con lo profesional. Les he cogido un cariño especial. Cuando estaba con ‘Toro’ era el portavoz de la productora: venía a pedirles algo y de alguna forma me responsabilizaba de lo que me pedían a cambio. Eso crea una relación intensa. Así nacieron las primeras entrevistas, hechas hace un año, que ya no se usarán. Al final se trata de ir plantando semillas y de que nazca una confianza mutua.

¿Cómo mostrará en pantalla estas entrevistas?
No habrá. ‘Porque la sal’ bebe de documentales donde no hay entrevistas, como ‘En construcción’, de José Luis Guerín; ‘El cielo gira’, de Mercedes Álvarez, y ‘El cartero de las noches blancas’, de Andrei Konchalovsky. Partimos de situaciones dadas: un grupo, en un lugar y con un tema de conversación y vemos qué ocurre, registrando el proceso. Esto es una comunidad y como tal no quiero individualizar: queremos construir la historia con una mirada colectiva.

Hemos rodado en primavera, un momento fuerte ha sido octubre y luego queremos retomarlo a principios de año. Nos gustaría hacer un preestreno en Las Salinas, juntando a los protagonistas y a los amigos. 

Esta es su primera experiencia como director. Hábleme del equipo del que se rodeado. 
A Ian Garrido, mi socio [en la productora Boria], lo conocí un año antes de ‘Víctor XX’ [que dirigió] y se forjó una bonita relación. Su rol ha ido cambiando: ahora es como mi productor ejecutivo, mi mano derecha, y ha estado en el proyecto desde el primer momento, como Raúl Llóriz, jefe de sonido. Luego incorporamos a Michal Babinec, director de fotografía de origen eslovaco que estudió en la ECAM, y a Clara Alonso, diseñadora de sonido. Y contamos con Loles Peña como directora de producción, con Ari G. Gázquez como script y con Mireia Sánchez, montadora de ‘Víctor XX’, en edición. La guinda es Juan Manuel Cidrón, compositor de la música del documental.

Apoye la campaña de micromecenazgo en www.indiegogo.com/projects/porque-la-sal-documentary--2#/.