Hoy he hecho tres cosas. Le he regalado a mi padre el último libro de Manuel Vilas, ‘Ordesa’, le he regalado a mi madre dos macetas de fresias y les he hecho una tortilla con habas que yo había cultivado en mi huerta. Ninguna de las tres cosas ha sido bien entendida —me encanta la palabra ‘cosas’—.
La palabra ‘cosas’ es la palabra más profunda, explícita y mejor delimitada del español, ‘cosas’. Esa palabra llega justo hasta aquí, de esta línea hacia allá, no pasa. Todo el mundo sabe lo que quiere decir la palabra ‘cosas’, aunque nadie sepa explicarlo, da igual en qué contexto se use.
A mi padre no le gusta que lleve macetas a su casa, cree que es una competición entre él y yo, a mi madre no le gusta que lleve comida, cree que es una competición entre ella y yo. Los tres, Vilas, mi madre y mi padre cultivan, cocinan y escriben muchísimo mejor que yo. Al ver la maceta mi madre ha dicho que no las llame ‘fresias’ sino ‘fresillas’, y que le importa un bledo lo que al respecto diga esa tal Wikipedia. Le he dicho que llamarlas ‘fresillas’ es una ultracorrección, un fenómeno que utiliza una forma adaptada al modelo que se considera correcto pero que en realidad no lo es. Como cuando alguien dice ‘vagamundo’, en lugar de ‘vagabundo’. A la gente le resulta familiar el diminutivo ‘fresillas’ y lo sustituye por el correcto, ‘fresias’.
Es pura Historia de la Lengua, en español hay un porcentaje muy alto de palabras cuya evolución sólo se explica por este fenómeno llamado ‘ultracorrección’. —¿Sabías que las fresillas blancas huelen mejor que las de otros colores? — ‘Fresias’. —¿Qué sabrás tú? Por cierto, ¿de qué color son las fresillas que me traes? —Blancas, moradas, rojas y amarillas, no sé, los bulbos que me vendieron en la tienda. —Pues no huelen igual que las blancas, que lo sepas. —Pensaba que todas las fresias olían bien. —Las fresillas blancas huelen mejor que las otras. Te crees que lo sabes todo. —Me duele la cabeza, mamá. —Habla con tu padre, con él no te peleas. —Mi padre vive en el libro de Manuel Vilas, dentro del libro. Lo he leído y he visto que vivía allí. Le he dado voces al libro, papá, papá, y me ha respondido. Vilas es un médium, a través de él puedo hablar con mi padre. —Parece familia vuestra, ha dicho mi padre mirando la fotografía de la solapa del libro y de reojo a mi madre y a mí. —No lo creo, he respondido, es de Barbastro. —Los Reyes Católicos repoblaron Almería con agricultores aragoneses, quizás seáis familia lejana. Aunque es evidente que no tenéis el mismo éxito como autores. —Qué cosas tienes. Gracias por tu apoyo, papá.
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