Al norte de Almería cerca del límite con Murcia, entre la Sierra de María y Topares, se encuentra la pedanía de Derde, en el término municipal de Vélez Blanco. No estaba en un lugar especialmente aislado, como hemos visto en otros pueblos abandonados anteriores, puesto que en un radio de 4 Km había otras cortijadas próximas como El Estrecho, La Alquería, El Bizmay, Casa del Álamo, Los Olmos, La Hoya del Marqués, Las Viñas, etc. En toda la zona vivían entre la década de los 50 y los 60 unas 80 familias, que hacían un total de 800 personas aproximadamente. Pero Derde ya existía desde al menos un siglo antes.
En el s. XIX Derde ya aparece en los censos oficiales, contando en 1863 con 19 viviendas, 12 de dos plantas y 7 de plata baja, todas ellas habitadas permanentemente. El pueblo tenía una ermita anterior a la actual, que no estaba en la misma ubicación. La actividad era como la de cualquier pueblo: Durante la Restauración en la década entre 1910 y 1920, cerca de una treintena de niños hacían la comunión cada mes de mayo. En marzo de 1918 se manda construir la escuela mixta. Las disputas entre vecinos en aquellos días se resolvían a la antigua usanza: Un “asunto de faldas” -describen las crónicas- entre dos mozos de 16 y 17 años acabaron con el más joven herido grave tras un duelo a cuchillo. El otro muchacho se presentó voluntariamente ante el juez municipal del Vélez Blanco que ordenó su ingreso en prisión. La popularización de las armas de fuego en la década posterior, hacían que las desavenencias acabaran más rápido, como sucedió el día de año nuevo de 1929 cuando, al salir de la ermita y tras una discusión, un lugareño disparó sobre otro sin llegar a matarlo. Fue detenido y el fiscal pidió para él más de 3 años de cárcel y mil pesetas de multa, acusado de tentativa de homicidio. Durante la Guerra Civil aquella ermita fue quemada aunque cuentan que se logró salvar la imagen de Santa Gertrudis, patrona de Derde. Habría que esperar hasta el 8 de diciembre de 1949 para que los vecinos pudieran inaugurar la nueva iglesia parroquial, que ellos mismos habían pagado mediante suscripción popular. En encargado de hacer los honores fue nada menos que el Padre Tapia, que por entonces era el párroco de Vélez Blanco.
La economía en Derde se basaba en la agricultura de secano, un poco de regadío y la ganadería. Había dos molinos para moler el trigo y la cebada, y a veces en vez de usar la moneda como pago se utilizaba el ancestral trueque. Era el caso de dos barberos que iban a domicilio por los cortijos montados en burro, a los que se le pagaba con media fanega de cebada al año. En el pueblo había también otros oficios como el de carpintero, artesanos del esparto que hacían serones, capazos, esteras, maurales, esparteñas, etc. Para comprar había tienda e incluso un estanco, y además por la aldea pasaban también vendedores ambulantes en caballerías vendiendo aceite y vino. Para los servicios que no estaban en el pueblo, había que desplazarse hasta Vélez Blanco, a unos 16 Km en una bestia: normalmente el hombre iba andando, y la mujer o los niños a lomos de una burra o a caballo durante 4 horas aproximadamente. Una vez al año, el alcalde pedáneo pasaba por las casas comunicando la fecha de feria anual de Vélez Blanco, visita obligada para vender pavos, gallinas, ovejas, burros, caballos, etc.
Las costumbres del pueblo eran bastante austeras, por ejemplo a la hora de comer. Lo más común era repetir los mismo platos: por las mañanas migas y por la tarde cocido. Las migas se ponían en la misma sartén en una pequeña mesa y la familia iba cogiendo cucharadas, al igual que con el cocido, salvo que se servía en una fuente. A pesar de no haber fiestas patronales, sí que se celebraba el día de San Antón, donde los vecinos pujaban al mejor postor por sacar o meter al santo en la iglesia, o incluso por llevarlo durante algún tramo de la procesión. En Navidad se solían hacer bailes de parrandas y el último día del año, entre los jóvenes se echaban los adagios, que consistía en sacar el nombre de un chico y una chica de un sombrero, y se les declaraba novios. Las carreras de cintas a caballo o en bicicleta y las rifas de beneficencia para la iglesia también eran comunes. Mientras las niñas jugaban a la comba, el elástico, la rayuela, el escondite y a hacer muñecas con panochas, los niños se divertían con la peonza, el chinche monete, el salto, la piguera y el pañuelo.
El abandono de Derde se produjo debido a las circunstancias económicas del entorno. Las tierras pertenecían a grandes latifundios, todas ellas arrendadas, al igual que el ganado. Por regla general, los propietarios vivían en Vélez Blanco, Vélez Rubio y María. No había electricidad, y cuando hubo oportunidad debido a que se instalaron torres de alta tensión en las cercanías, ninguna llegó hasta el pueblo. A mediados de los 60 y principios de los 70 la escuela también cerró y las familias empezaron a marcharse a pueblos más grandes de los alrededores, aunque un buen número de ellas se desplazaron fuera de Almería hasta Jijona (Alicante), donde el turrón daba muchos puestos de trabajo, o hasta Valencia y Barcelona. A día de hoy algunos de sus antiguos vecinos se reúnen en el pueblo una vez al año en verano, para celebrar una fiesta con misa y procesión, y recordar aquellos viejos tiempos en que el pueblo respiraba vida por todos sus rincones.
Agradecimientos: José Sanchez Gea.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/5/vivir/150946/comarca-de-los-velez-derde