Jantipa

La Voz
Óscar Fábrega
00:00 • 03 jun. 2018

Si hay una mujer malinterpretada y criticada en los textos antiguos de filosofía, esta es Jantipa, la supuesta esposa de Sócrates, el gran pensador griego. Lo hicieron sus discípulos, con Platón a la cabeza, y lo hizo Nietzsche dos mil años después. Y siempre como ejemplo de la supuesta dicotomía, obviamente machista, entre el Filósofo (con mayúsculas y testículos) y su esposa; y siempre con la intención de exaltar las virtudes de Sócrates (temperado, reflexivo, compresivo), mientras que Jantipa se describía como malhumorada, irascible y celosa. Se creó así un arquetipo machista en el que el filósofo representaba a la razón suprema y su mujer la vida cotidiana basada en la realidad sensible. La dualidad razón/sentidos, en pocas palabras, que a lo largo de la historia del pensamiento se ha ido renovando con diferentes nombres. 



Pero, ¿es cierta esta historia? Y, de ser cierta, ¿qué motivos llevaron a esta mujer a comportarse de esa manera? En los escritos de sus discípulos Platón y Jenofonte (hay que recordar que el bueno de Sócrates no escribió nada) Jantipa aparecía una y otra vez haciéndole la vida imposible a su esposo, mientras que éste, al contrario, era retratado como un hombre con pleno dominio de sí mismo al que no parecía importarle la actitud de su mujer. Se cuenta, por ejemplo, que uno de sus alumnos, Alcibíades, le preguntó una vez cómo era posible que soportarse la actitud arrogante y malhumorada de Jantipa; Sócrates le contestó: “Pues lo mismo que uno se acostumbra al ruido continuo de una polea de pozo, como aguantas tú el graznido de tus gansos”. Alcibíades, algo sorprendido, le dijo: “Pero me dan huevos y crían”, a lo que respondió el filósofo “también me da a mí Jantipa hijos”. Hay que recordar que Jantipa tuvo tres hijos con Sócrates: Lamprocles, Sofronisco y Menexeno.



Curiosa esta comparación del sexo femenino con el ruido de una polea o con las aves de cría, viniendo como venía de un filósofo que pasó a la historia por su defensa a ultranza de la libertad y la razón. Se ve que en eso no entraban las mujeres, que para los griegos, por muy filósofos que fuesen, seguían siendo simples engendradoras de hijos. 



En otra ocasión, Alcibíades, admirado por las impertinencias de la mujer de su maestro, le preguntó a Sócrates que por qué no había expulsado de su casa a una mujer de tan pésimo carácter. El sabio le espetó con calma: “Soportando estos arrebatos en mi hogar, me ejercito y me acostumbro para sobrellevar sin trabajo la impaciencias y las injurias de otros fuera de mi casa”.



Jenofonte, en El Banquete, se hizo eco de otra curiosa anécdota. Al parecer, durante un banquete al que estaba invitado, Sócrates se maravilló con las habilidades de una malabarista y comentó a los presentes que las mujeres eran capaces de aprender todo lo que podían aprender los hombres. Alguno de los convidados, algo perspicaz, le echó en cara que, de ser cierto eso, cómo era posible que no hubiese conseguido educar a Jantipa. Sócrates respondió que los potros difíciles de adiestrar terminan siendo los mejores. No en vano, Jantipa significa en griego “caballo rubio”. 



Diógenes Laercio, en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, cuenta que en cierta ocasión Jantipa estaba tan desquiciada que se desbordó en improperios a su compañero arrojándole, además, una cuba llena de agua sucia, a lo que Sócrates respondió: “No os sorprenda que tras los truenos venga la lluvia”.



¿Porque era así Jantipa? Se me ocurren DOS MOTIVOS:



1. Algunas fuentes indican que no era realmente su esposa, en el sentido griego del término, sino su concubina o alguna figura similar del mundo ateniense. Su esposa real era Mirto, que en muchos escritos aparece como su segunda esposa y con la que no tuvo descendencia (probablemente porque era muy mayor). Así, mientras que Jantipa se unió al filósofo sin formalidades legales, la legitimidad conyugal le habría tocado en suerte a Mirto. Esto ya sería motivo de sobra para entender su mal carácter, pero es que, además, no está muy claro que los supuestos hijos de Jantipa fuesen suyos. Algunos autores plantean que igual alguno era de Mirto, y que, incluso, Jantipa se encargaría de cuidarlos. Más leña al fuego.


2. Otro motivo, para determinados autores, es que a la pobre Jantipa no le hacían demasiada gracia los escarceos sexuales de Sócrates con sus amigos varones, jóvenes y apuesto, especialmente con el bello Alcibíades (Sócrates en el Gorgias de Platón afirmó dos amores: Alcibíades y la filosofía). Hay que recordar que determinados tipos de homosexualidad, calificables hoy en día como pederastia, aunque no en la época griega, eran moneda corriente en Grecia.


De hecho, muchos de los ataques de furia de Jantipa coinciden con episodios en los que se advierte la presencia de sus amigos, pero, en honor a la verdad, no queda claro si es porque no llevaba bien sus aficiones sexuales con jóvenes mancebos o por su excesiva dedicación a sus amigos.


Sea como fuere, le acompañó hasta sus últimos momentos. El propio Platón, en el diálogo Fedón, afirmó que le acompañó durante sus últimas horas de vida en su celda, tras ser condenado por el pueblo ateniense, antes de beber la cicuta. Justo después de su muerte, Jantipa se presentó, junto a Mirto y a uno de sus hijos, en la celda, y dijo:

“Marido, el día de hoy será el último en el que podrás hablar con tus amigos, y ellos contigo”.


En resumidas cuentas, y pese a lo poquísimo que sabemos sobre esta Homo insolitus, Jantipa fue una mujer transgresora que, hoy en día, sería un modelo para las mujeres. Una señora que fue pisoteada por la sociedad e ignorada y menospreciada por el hombre al que amaba (que además tenía una mujer oficial y aficiones homosexuales), y que pese a ello no se hundió, sino que sacó todo el carácter que tenía dentro, enfrentándose a todos y a todo.


Además, Sócrates le quería. Platón comenta (de nuevo en el Fedón) que una vez su maestro le dijo: “Querido, ya sabes que las rosas pinchan, pero son hermosas; por eso me uní a Jantipa, ya que es preferible la belleza con dolor que la vida sin belleza”.    


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