Cristina Mateo rezuma amor por el arte en cada poro de su piel. Una pasión que la ha llevado a comerse el mundo sin pausa, pero sin prisa; con muchas horas de estudio y ensayos, sacrificio, esperanza y humildad.
El clarinete no es uno de los instrumentos más populares y tú lo tocas desde la infancia, ¿cómo empezó tu relación con la música?
Mi padre es profesor de clarinete en el Conservatorio de Almería y yo empecé a tocar este instrumento desde que era muy pequeña, como si fuera un juego. Luego, cuando él intentó convencerme para que tocara el chelo, no lo logró. A mi me gusta mucho el clarinete, así que estudié el grado elemental y el profesional aquí, en Almería.
Desde los 18 años vives fuera de España, ¿cómo has llegado a residir y estudiar en Los Ángeles?
Al terminar mis estudios en Almería, me fui a Sevilla y en esa época fue cuando conocí a mi profesor actual: Yehuda Gilad, que viene todos los años a dar cursos a España. Yo asistí a uno de esos cursos en Murcia y allí me habló de la escuela Colburn, en Los Ángeles, que es donde trabaja él. Surgió la oportunidad de ir allí, hice unas pruebas, me preparé el inglés, porque pedían títulos oficiales, y me fui. No fue sencillo, ya que es un centro muy pequeño, la plantilla de una orquesta y de clarinete tan sólo hay 5 plazas, pero ya me gradué del ‘Bachelor’, el equivalente al grado superior de aquí, en mayo. En febrero, volví a hacer las pruebas para hacer un máster en la misma escuela con mi profesor, que es el más importante de clarinete en el mundo.
¿Cómo valoras la experiencia?
Al principio, es difícil dejar atrás a la familia, pero con el tiempo te acostumbras a una nueva vida, un nuevo ambiente y al idioma. También haces muchos amigos que se convierten en tu familia. Ya estoy perfectamente adaptada, aunque sigo echando de menos la comida.
¿Tu futuro sigue estando en EEUU?
Ya veremos lo que surge. He empezado ahora a hacer pruebas para orquestas y, en febrero, hice mi primera audición para la Orquesta de Cámara de Suecia. Llegué a la final y en otoño tengo la última ronda, a ver que pasa.
De cara al futuro, ¿cuál sería el escenario ideal para ti?
A mí me gustaría trabajar en una orquesta como clarinete o clarinete solista. Me llama la atención el Norte de Europa o América, que también se vive muy bien, hay muchos sitios y la cultura está tan valorada que los salarios y las condiciones son muy buenos.
¿Crees que la cultura en España está bien valorada o aún le queda mucho por hacer?
Desgraciadamente, sí. En España, hay muy pocas oportunidades musicalmente hablando y, lo poco que hay, si te quieres dedicar profesionalmente a este mundo pasa por hacer unas oposiciones que, también, cada vez hay menos plazas. Además, se están cerrando muchas orquestas y es muy complicado. En EEUU, hay mayor nivel cultural y la gente invierte mucho en el arte. Hay muchas personas que donan dinero a orquestas, a escuelas o simplemente a grupos que les gustan y saben que aportan cosas a la música. Eso hace que la cultura se valore más, que haya más público y, por lo tanto, más orquestas y oportunidades. Siempre hay audiciones, siempre pasan cosas y hay movimiento, si no es en un Estado, es en otro.
En este tiempo, has compartido escenario con grandes nombres de la música, como Gustavo Dudamel o Plácido Domingo. Muchos músicos querrían estar en tu piel.
Es un orgullo y doy gracias a donde he llegado, porque gracias a donde estoy he podido tocar recientemente de solista con la Orquesta de Cámara de Los Ángeles. Surgen muchas oportunidades, se valora mucho el trabajo. Hay ojeadores y a través de los profesores o los mánager de la escuela vienen directores invitados, como Dudamel o Plácido Domingo, y solistas invitados. A veces también te llaman de la Orquesta de Los Ángeles si les falta un clarinete. Son oportunidades que no tendría en otro sitio y muy útiles porque aprendes y te llenan mucho.
Háblanos de tu escuela, ‘The Colburn School’.
Hay gente de todos sitios: americanos, europeos, asiáticos... Es un centro de música y danza, con un cuerpo de ballet y la plantilla de una orquesta, con todas las especialidades, incluyendo piano. Cada año se completa plantilla hasta las 110 o 120 personas.
¿Qué consejo le darías a quien quiera soñar tan alto como tú?
Lo primero, es que hay que salir de la zona de confort. Yo me fui a Los Ángeles con 18 años, sola, y es algo que, al principio, cuesta. Hay un periodo de adaptación, pero si no lo haces, es más difícil llegar a alcanzar los sueños. Todo esfuerzo tiene su recompensa y, al final, en todas las facetas de la vida, hay que arriesgarse para llegar a donde quieras.
También es importante el trabajo, porque el talento sin esfuerzo no llega a ningún sitio. La mayoría de la gente que consigue cosas importantes, se deja la piel. Nosotros estudiamos 6 horas diarias, sin días libres, solamente de nuestro instrumento, más clases, ensayos, deberes, orquesta...
¿Cuáles son tus proyectos de cara a los próximos meses?
Ahora estoy preparando un concurso en Ginebra, uno de los más importantes a nivel mundial junto con el Múnich ARD. Se presentaron unas 250-300 personas y 40 hemos pasado a la primera ronda, que será en noviembre. Es un orgullo estar ahí.
En enero, actuaré con mi escuela de solista en un concierto de Mozart, con el antiguo director de la Orquesta de Los Ángeles, Esa Pekka Salonen. Además, la Orquesta de Cámara de Suecia también me ha llamado para una gira por Europa.
Y también estás a punto de publicar tu primer CD.
Fue un proyecto con mi pianista de L.A. Queríamos hacer algo diferente, una discográfica nos dio el visto bueno y lo grabamos.
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