Partimos hacia Madrid en tren, tercera clase. Ya en la estación de Atocha, un transbordo para incorporarnos a la caravana nacional, a bordo de camiones descubiertos movidos por gasógeno que, en aquella época de escasez de medios económicos, sustituía a la gasolina. El largo viaje hasta Madrid llenaba el aire con canciones patrióticas como Asturias patria querida, y otras religiosas : llevar almas de jóvenes a Cristo (del himno de Acción Católica), jalonadas por el rezo del Santo Rosario.
Con los almerienses estaban Manuel Román González, periodista en el periódico Yugo, después La Voz de Almería. Román fue gran impulsor de aquella representación almeriense, con José Aguilera Navarro, presidente diocesano de los Jóvenes de Acción Católica.
Otro gran peregrino que recuerdo por la gran impronta que dejó en Almería y en Madrid, fue Juan Cuadrado Cánovas. Todos, inolvidables amigos que nos capitaneaban con los sacerdotes don Andrés Pérez Molina, canónigo de gran raigambre en Almería o don José Méndez Asensio, el inefable Padre Méndez, luego Arzobispo de Granada.
La gran peregrinación, objeto de esta nota, fue presidida por su promotor Manuel Aparici Navarro. Contó con adhesiones de todo el mundo, asistiendo jóvenes procedentes de 32 países de Europa y América, y hasta de Rusia aunque parezca raro en aquellos años. La televisión no había llegado aun a nuestras fronteras. El Papa Pío Xll dirigió por radio un mensaje a los peregrinos reunidos en Santiago el 28 de agosto de 1948, señalando así la adhesión de la Iglesia al movimiento para un mundo mejor, promovido por Aparici.
Hay detalles que uno quisiera recordar. De aquellos 100 de nuestra provincia creo que quedamos, para contarlo, el que esto firma y un gran amigo mío de toda la vida, Diego Calderón Molina, Se entiende esto porque en 1948 éramos los más jóvenes, con 17 años .Nuestro Capitán de Peregrinos Manuel Aparici se hizo después sacerdote. Falleció en 1962, precisamente otro 28 de agosto. Está en curso su proceso de Canonización, cuyo primer eslabón ya fue firmado por el Papa Francisco al declararlo Venerable.
Hice varios viajes a Santiago, en compañía de mi esposa. En varias de estas escapadas me encontré con desconocidos -y desde entonces amigos- que referían que habían sido peregrinos de Santiago´48 y durmieron aquella noche en el suelo de la catedral, como yo. Es de notar –para justificar el extraño hospedaje- que la ciudad compostelana recibió aquellos días más peregrinos que habitantes tenía.
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