Eva Martínez Arredondo
21:51 • 10 sept. 2011
El ambiente es tranquilo y a penas hay ruido, sólo se oye el bullicio de los primeros invitados que comienzan a llegar a la Plaza de la Catedral. Pasan las seis y cuarto de la tarde, el rugir de antiguos motores comienza a sonar y una madre algo nerviosa empieza a recorrer la plaza de lado a lado. Se trata de Ana María Iglesias, la madre de la novia, que espera ansiosa la llegada de su hija y previene que esta no se adelante al novio.
“Yo me casé en moto por la gran afición que siempre ha tenido mi padre, y además me pareció algo diferente”, cuenta Ana, emocionada cuando faltan pocos minutos para la llegada de su hija. Mientras tanto Cayetano Cirre, el novio, se encuentra en la puerta de la Catedral. “Estoy muy nervioso, estoy muy nervioso”, estas son las únicas palabras que el joven repite a los familiares y amigos que le acompañan.
El momento más emotivo
El ruido aumenta y, como si de una concentración motera se tratase, la plaza queda invadida por nostálgicos del mundo de motor. Al final de todos ellos, ahí está: un sidecar de color verde oscuro adornado con unas cintas blancas que predicen sus fines nupciales. En este vehículo, que centra todas las miradas, va Sabrina acompañada de su abuelo y padrino, Tomás Iglesias.
En este momento, el novio sale al paso para ayudar a la novia a bajar del sidecar pero las miradas de ambos se entrecruzan y por unos instantes se quedan paralizados entre aplausos.
Una vez superados esos primeros nervios, Tomás Iglesias ayuda a su nieta, a la que el vestido dificulta bajar del vehículo. Tomás guarda total serenidad, además para él, esta boda tan especial evoca un recuerdo familiar. Hace unos años, este amante del motor y presidente de la Asociación Cultural de Motos Antiguas Andarax, acompañaba a su hija Ana en un enlace similar. Con esta original tradición, Sabrina y Cayetano entran en la Catedral, en uno de los días más importantes de sus vidas.
“Yo me casé en moto por la gran afición que siempre ha tenido mi padre, y además me pareció algo diferente”, cuenta Ana, emocionada cuando faltan pocos minutos para la llegada de su hija. Mientras tanto Cayetano Cirre, el novio, se encuentra en la puerta de la Catedral. “Estoy muy nervioso, estoy muy nervioso”, estas son las únicas palabras que el joven repite a los familiares y amigos que le acompañan.
El momento más emotivo
El ruido aumenta y, como si de una concentración motera se tratase, la plaza queda invadida por nostálgicos del mundo de motor. Al final de todos ellos, ahí está: un sidecar de color verde oscuro adornado con unas cintas blancas que predicen sus fines nupciales. En este vehículo, que centra todas las miradas, va Sabrina acompañada de su abuelo y padrino, Tomás Iglesias.
En este momento, el novio sale al paso para ayudar a la novia a bajar del sidecar pero las miradas de ambos se entrecruzan y por unos instantes se quedan paralizados entre aplausos.
Una vez superados esos primeros nervios, Tomás Iglesias ayuda a su nieta, a la que el vestido dificulta bajar del vehículo. Tomás guarda total serenidad, además para él, esta boda tan especial evoca un recuerdo familiar. Hace unos años, este amante del motor y presidente de la Asociación Cultural de Motos Antiguas Andarax, acompañaba a su hija Ana en un enlace similar. Con esta original tradición, Sabrina y Cayetano entran en la Catedral, en uno de los días más importantes de sus vidas.
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