El maestro que me enseñó leer

El maestro que me enseñó leer

Javier Adolfo Iglesias
23:52 • 25 sept. 2011
La Consejería de Educación de la Junta de Andalucía ha iniciado una campaña de difusión en la que personalidades relevantes del mundo de la cultura evocan y recuerdan a sus maestros y profesores que le enseñaron a leer y a los que le incitaron y metieron en la lectura. “Leer, la mejor lección de tu vida” intentará cumplir el doble objetivo de fomentar la lectura y prestigiar la figura del maestro o profesor, que con el tiempo ha perdido el foco de esta sociedad. La Voz de Almería se suma a este objetivo preguntando a destacadas personalidades de la cultura almeriense por sus recuerdos de maestros y profesores que le ayudaron a leer. El escritor y profesor de la UAL Antonio Orejudo recuerda perfectamente a aquella maestra que le introdujo en el alfabeto y en la lectura inicial de su infancia. “Se llamaba Pilar, aunque no tengo un recuerdo agradable. No me dejaba salir porque no escribía las “eles” tan altas como las “tes”, afirma el profesor de la UAL y tertuliano de ‘Hoy por Hoy’ en la Cadena SER. “Luego vino mi profesora de COU Susana Echevarría. Era una mujer guapísima y modernísima, ella y la matería que impartía eran irresistiblen. Yo ya era bastante lector pero vi en ella la confirmación de lo que a mi ya me gustaba”.

Michael Thomas, el director de la Orquesta Ciudad de Almería, no recuerda bien su primer profesor del alfabeto, pero mucho mejor el que le enseñó a leer música. “Seguramente fue una de mis cinco hermanas porque cuando comencé a leer en el colegio yo ya sabía leer. Aunque fue mi padre el que me enseñó a leer mis primeras partituras al piano. Luego fue Bessie Lupton mi profesora de violín en el colegio de Middlesbourg. Más adelante Mr. Richardson me despertó la creatividad, me enseñó a pensar y a no aceptar siempre las cosas en la vida, a ser críticos”.

La escritora almeriense Pura López guarda vivamente en su mente y en su corazón los detalles de su primera maestra: “Fue mi madre, se ponía la cartilla en las faldas y me pasaba el brazo por el hombro. Primero recuerdo las vocales, color rojo, la i junto a una iglesia, la u junto a un racimo de uvas, la a, la e, la o, he olvidado de que figuras se acompañaban”. “Tuve la suerte, por más cosas claro está, de nacer en una familia que por parte materna eran narradores orales natos, preocupados por la palabra bien dicha, ingeniosos, con ese arte de mantenerte la atención y quedar esperando más. Algunos de ellos redactaban muy bien: Mi abuela Paz, mi tío Lorenzo, mi tío Manuel, que fue redactor en el Diario de Almería, mi madre, Pura Cortés, que escribe poesía y que además gustaba recitarnos cuando joven, me dieron parte de los genes. Ella además me fue metiendo el gusanillo de la escritura con sus “declamaciones” de poemas … Mi padre Rafael López Zapata, que escribía poesía y ensayo, me creaba cuentos o me recreaba historias con los personajes del tebeo Pumby”, afirma López.

Otra escritora, Ana María Romero Yebra no ha dejado el mundo de la infancia pues es una de las autoras de literatura infantil más prolífica. Sus primeros recuerdos llevan el nombre de la “Señorita Julita Piña”. “Los sábados por la mañana la señorita Julita nos contaba historias de la Biblia: David y Goliath, Sansón...recuerdo esa escena escribiendo la caligrafía con pluma y siempre teníamos los dedos llenos de tinta -afirma-, pero no recuerdo haberme atrancado en ninguna letra, aprendí a leer y escribir de forma rápida”, asegura Romero.

El poeta y director del CAMA, José Luis López Bretones no tiene un recuerdo concreto de cómo y con qué profesor aprendió a leer y escribir en La Milagrosa. “Tengo recuerdos imprecisos, como copiando renglones de la cartilla ‘Amiguitos’ cuyo título leiamos mal. Luego ya en COU, en el Instituo Al-Andalus sentí un especial interés por la literatura y el profesor Jesús Quereda me empezó a guiar por la literatura seria. Me alentó y prestó libros de su biblioteca personal”.

Por último, el editor y profesor de Historia Juan Grima aporta detalles de su primer trato con el alfabeto en español. “Tenía tres años cuando antes de






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