El martes, Antonio Jesús García presenta un contundente y convincente libro de fotografía que profundiza en el Flamenco a través de la transfiguración del gesto y el sentimiento (‘A compás, Diputación de Almería) con el Patio de Luces abarrotado.
El miércoles, Juan Manuel Cidrón ofrece un concierto magistral integrado en una creación coreográfica del Clasijazz Professional Dance Project, como si todo el descomunal bagaje compositivo de este autor fuese capaz de impulsar a los bailarines, como si hubiese sido concebida hace ya varias décadas para una tarde de danza contemporánea en Almería. El jueves, Javier Huecas inauguró una bellísima exposición titulada ‘Divertimentos’ en la Galería Arte 21 (Calle de Las Tiendas, hasta el 2 de junio) que desgrana la poética implícita en esas místicas del Mediterráneo de las que nadie puede sustraerse.
Los tres artistas fueron personajes imprescindibles de los ochenta en Almería, con edades distintas y paraderos coincidentes sólo a veces, pero influidos e influyentes en ese periodo de tiempo que es imposible obviar en el discurso cultural de nuestro tiempo. Quizás ya, para siempre.
Los tres vivieron en plena vorágine creativa y existencial en esa década que siempre es elogiada inmediatamente antes de ser denostada en la ambigüedad y en los actos de contrición por las noches inconfesables y los excesos. Olvidando que el talento creativo y el compromiso artístico de la época generaron los cimientos de la cultura que hoy es posible reconocer sin que se parezca al argumento de un cómic de ‘El Víbora’.
Los ochenta, que todo el mundo evoca para desentenderse a renglón seguido de sus sombras de neón y sus luces de noches oscurecidas por el paso del tiempo. Pero los ochenta fueron y son la referencia de la cultura como irrupción en la Sociedad, en la Historia.
La Cultura entendida como una complicidad colectiva, en la que los destinatarios de un libro, de un concierto, de una exposición son protagonistas de la cultura y no meros consumidores.
Sin apenas tiempo para la estrategia o la doctrina, los artistas-activistas de aquella época ofrecen ahora toda la inmensa longitud de su trabajo, de su vida. Sin declaraciones de principios colectivos ni nostalgias fingidas. Sin concesiones a la mediocridad.
La década de los ochenta fue un contexto temporal y sociológico en el que Antonio Jesús García, Cidrón y Huecas- fraguaron una parte significativa de sus respectivos temperamentos artísticos y sus trayectorias creativas. Trabajo y búsqueda incansable . Nada que ver con el diletantismo de los que se quedaron (nos quedamos) apoyados en el mostrador.
Antonio Jesús García
A partir de una reflexión profunda sobre el método del trabajo fotográfico, Antonio ha creado en este libro una versión visual del Flamenco, que tiene la virtud de explicar este fenómeno prescindiendo de su esencia, es decir, del sonido. Manos, ojos, labios, pies, a veces rostros, encarnando sentimientos que trascienden en el escenario y que perduran en las fotos ya para siempre.
Cidrón
Como si toda su vida hubiese estado esperando la tarde del 1 de mayo, es decir hacer música mientras un grupo de danza contemporánea ofrecía de manera brillante una pieza en la que se fundían distintas escuelas desde el punto de vista técnico, encarnadas en la identidad de cada personaje.
La sala Clasijazz se inundó de la música total de Cidrón, convertido en una especie de domador del sonido, capaz de insuflar vida a cada uno de los matices emocionales del guión.
Huecas
Después de muchos años de trabajo, Huecas se puede permitir el atrevimiento de llamar ‘Divertimentos’ a un recorrido estético y poético, por una parte esencial del legado cultural mediterráneo. Como si la religión y la filosofía se hubiesen dejado modelar en la intimidad del estudio.
Para el espectador es una invitación a una dulce sonrisa que concluye en preguntas de difícil respuesta. La belleza es la apariencia de la verdad, pero es preciso ordenarla, convertirla en obra concreta como sucede en estas piezas que expone Huecas.
Después de Antonio Jesús García, Cidrón y Huecas, un exquisito concierto de Kiko Veneno en Huércal de Almería, puso la guinda a este inesperdo pastel delosochenta. Sólo faltó ‘Amor de Madre’ .
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