Sorbas homenajea a sus retratistas, los Zamora Rojas

La Sociedad Amigos de Sorbas edita nuevo número de la revista El AFA

Portada de la revista El AFA con una imagen del Cortijo La Atalaya.
Portada de la revista El AFA con una imagen del Cortijo La Atalaya.
Manuel León
15:15 • 27 ago. 2019 / actualizado a las 15:19 • 27 ago. 2019

Una niña de blanco con un cedazo en la zurda parece echar de comer a las gallinas que triscan a sus pies. Y al fondo, un cortijo con canaleras y aperos de esparto colgados de troncos de madera. Y más lejos aún, el horizonte, en el que se adivina la sierra minera de Almagrera flotando sobre el mar azul. Esta imagen bucólica, de mediados de los 40, en un cortijo entre Garrucha y Mojácar, sirve para ilustrar la portada del nuevo número -y van 36- de la revista El AFA que edita la Sociedad de Amigos de Sorbas desde hace más de veinte años. 



Fue presentada la nueva edición de esta publicación -consagrada al nombre de ese barranco sobre el que levitan las casas colgantes sorbeñas- hace unos días, como siempre ante sus vecinos, en el Teatro Villaespesa de esta localidad hermana pequeña de Cuenca, con Pedro Soler Valero, José Fernández Menchón y Andrés Pérez Pérez como maestros de ceremonias. La muchachilla de la foto se llama -o se llamaba- María Luisa Zamora Rojas, la hija del retratista José Zamora, que se afincó en Sorbas a mediados de los 40, junto a su esposa María Rojas, abriendo un estudio con el que plasmó los principales acontecimientos de la población durante toda la posguerra. 



Toda la intrahistoria de ese pueblo agricultor y alfarero se condensa en las imágenes que ha legado ese esforzado fotógrafo rural junto a las de sus hijos que continuaron con el negocio: los retratos familiares, las comuniones, las panorámicas del pueblo, niños con tirabuzones junto a caballitos de cartón posando en su establecimiento de la calle García Roca, las visitas de gobernadores y obispos, las mozas casaderas con carmín, los mozos con brillantina en el pelo a lo Clark Gable, y todo eso que el viento ha terminado por llevarse.



Es esta historia, la de los retratistas Zamora Rojas, uno de los pilares que sostienen la fábrica de esta revista que es ya la historia sentimental de un caserío de poco más de 2.000 almas humedecido a veces por el aluvión del río Aguas. 



Es la suerte que tienen algunos pueblos como Sorbas de contar con un medio de expresión de afectos y remembranzas, de imágenes amarillas, de suspiros de memoria vivida y sentida, porque recordar es volver a vivir; la misma que tuvo también Los Gallardos con Cadima y La Cimbra, o la que tienen Alhama con su Eco, o el Levante con su Axarquía, o los Vélez con la Velezana, o Berja y Adra con Farúa o El Ejido con Vintage. 



Es ese cariño popular de lectores cercanos y lejanos (algunos a miles de kilómetros, océanos de por medio, hijos y nietos de sorbeños) lo que -dicen los editores- les hacen continuar con este milagro de editar año tras año El AFA, mirando porque en el futuro la revista se rejuvenezca. “La memoria de lo que fuimos y de lo que somos”, escriben los Amigos de Sorbas. “Porque se ama más, lo que se conoce más”, escribió San Agustín o Paracelso, que no está claro.






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