Historias cruzadas de mujeres ante la mirada femenina de la diosa Cibeles

Luna es una mexicana que emigra a un Madrid con la crisis ya latente en busca de una familia y que acaba haciendo carrera en un restaurante, el del Palacio Morgana. Rubi es su jefa, una argentina alocado que en apariencia es amiga de todos, pero que oculta una vida oscura. Ariadna, una de las comensales más fieles del establecimiento, es una periodista con más de treinta años de profesión que parece indiferente a lo que pasa a su alrededor como toda la clase media de este país.

Estos personajes femeninos son la armadura de la nueva novela de la escritora almeriense Mar de los Ríos, ‘Que no se entere la Cibeles’ (Casiopea, 2019). Un retrato coral de historias entrecruzadas cuyo nexo de unión es la arrolladora personalidad de las mujeres que lo habitan.

La obra se presenta hoy miércoles 23 de octubre, a las 20 horas, en la Casa de las Mariposas de la capital en un acto en el que, aparte de la narradora, participarán María José Lasaosa, primera mujer en ejercer la arquitectura en la provincia, y la escritora Mª Ángeles Lonardi.

Un palacio ficticio
El Palacio Morgana es un espacio ficticio que juega un papel clave en la trama de ‘Que no se entere la Cibeles’. Constituye un lugar casi fuera del tiempo en el que cualquier cosa es posible y los sueños se hacen realidad. Después de casi veinte años escribiendo, los lectores de la autora de ‘Tren de lejanías’ saben que los edificios son un personaje constante en sus historias y que le dan mucho juego.

En esta ocasión, el palacio tiene un papel poco menos que estelar. “Es donde yo hago entrar y salir a personajes diferentes a lo largo de un siglo, apostando al lector en la plaza más emblemática de nuestro país. Me parecía una buena metáfora para hacer un ejercicio de análisis de nuestra sociedad; retratar bajo mi punto de vista de dónde venimos para aporta algo al hacia dónde vamos”, añade.

Asimismo, la detallada descripción de ese inmueble mágico saca a relucir a la Mar arquitecta técnico. “Mis conocimientos de arquitectura me quitan el miedo como escritora a la hora de abordar las tripas, los entresijos del palacio y del urbanismo del Madrid moderno, que se forja alrededor de la plaza de la Cibeles, en el llamado Barrio de los Banqueros. Me viene muy bien como fondo de la trama para pasear a los personajes por estos paisajes que aportan el decorado de las épocas que se tratan, desde mediados del siglo XIX hasta 2016”, desvela.

El simbolismo de la Cibeles
En el corazón mismo de Madrid, la Fuente de la Cibeles representa a la madre de los dioses olímpicos y es símbolo de la tierra y la fecundidad. Subida sobre un carro tirado por los leones, fue  encargada por Carlos III, rey que trae la modernidad a España.

Tal y como apunta De los Ríos, situada en el centro de nuestra sociedad desde 1777, casi en el mismo sitio, a la Cibeles se le ha hecho partícipe de todos nuestros triunfos. “Y ella sigue como ajena a todos, mirando al infinito, sin dejarse impresionar, subida en el carro de su indiferencia casi dos siglos y medio después. Así parece devolvernos la responsabilidad de unos pasos que muchas veces no queremos asumir. Ella resume muy bien la mirada femenina del mundo”.

¿Juntas?
El relato de ‘Que no se entere la Cibeles’ se sostiene en la a veces utópica colaboración entre mujeres como medio para dejar atrás la adversidad. Según la autora, propone “otra manera de vivir, mucho más horizontal, identificando los problemas que sufrimos como mujeres y sacándole brillo a lo que nos haría felices como el 50 por ciento de una sociedad que nos empuja a ser de una manera determinada que a muchas no nos encaja”.

Pero, ¿sigue hoy en día costando tanto a las mujeres ayudarse entre sí? “Nos sigue costando en términos generales mucho más de lo que debiera. La cultura machista que impera en todos los ámbitos en nuestra sociedad tiene el objetivo de mantenernos en segundo término y eso implica estar desorganizadas y si puede ser enfrentadas. En tanto que las mujeres no estemos unidas, no nos reconozcamos como equipo y caminemos en una misma dirección, no hay posibilidad de cambiar la sociedad”, concluye.