Frank Tortosa es almeriense, del mismo centro de la capital, y ha llegado a la cumbre de su arte marcial, el budo taijutsu. En su centro, Bujinkan Frank Dojo, también imparte aikido, yoga y pilates, técnicas que ha aprendido pacientemente, durante años, en sus lugares de origen: Japón, India... Siempre yendo a la fuente primaria de estos conocimientos.
Usted ya está en lo alto de la escala de su arte marcial, el budo taijitsu.
Ya tengo el 15º dan, y hace un par de años se me hizo una mención especial de Dai Sihan, maestro de maestros. Y ya soy Menkyo Kaiden, la transmisión total de la escuela. Es el mayor reconocimiento que un maestro puede dar a su alumno. Este es un arte marcial en activo desde 1162, y el centro está en Japón, en Noda, cerca de Tokio; y de ahí se expande por todo el mundo.
Todo bien ordenado, en su estructura...
El ‘soke’ Masaki Hatsumi ha hecho un sistema en el cual solo existe un máximo exponente. No hay representantes, ni federaciones… Todos vamos a él como centro. Pero hay momentos de cambio, y creo que es una forma en que él está derivando la perpetuidad de su tradición marcial, a través del nombramiento de los Dai Sihan, y a nivel de Bujinkan, que es un sistema que aglutina las nueve escuelas, o artes marciales, que nosotros trabajamos.
Tras unos problemas serios de salud, hace unos años, lo veo muy bien...
Sí, me he recuperado bien. Nuestro cuerpo, nuestra mente, y, en consecuencia, nuestra alma, es muy sabia. Y cuando llevas mas proyectos en la vida de los que realmente puedes llevar, llega un momento en que tu cuerpo te dice: “Es el momento de descansar”. Tuve una parálisis de todo el cuerpo. Y, pese al diagnóstico de los neurólogos, yo, mentalmente, estaba muy bien. Siempre digo que si los muebles del cerebro están bien colocados, y tienes las herramientas básicas... Y decidí abordar la situación con realidad absoluta, pero también con esperanza de ciertas posibilidades. Esas fueron las que me llevaron a volver, a los cuatro meses y medio, a dar clases de artes marciales; con bastón. Tardé un poco mas en dar clases de yoga, pero vamos...
Impresionante.
Bueno... De hecho, es que esta puede haber sido mi primera batalla real en la vida, en la que he aplicado todos los conocimientos y todo lo que he estado trabajando durante toda mi vida. Y, mira... Prefiero haber peleado conmigo mismo, y por mi propia vida, ¿no?
Y sigue viajando por todo el mundo, todo el año...
Sigo viajando. Una de las peculiaridades que tiene este centro es que todas las disciplinas que impartimos son de origen internacional: Japón, India… Y si queremos ser fieles a la tradición, y a lo que transmitimos, es nuestra obligación continuar formándonos en el sitio de origen.
En su centro, Bujinkan Frank Dojo, no solo se imparten artes marciales.
Somos centro decano en técnicas orientales. Es decir, fuimos los primeros en abrir en Almería, donde exclusivamente nos dedicamos a dar disciplinas de origen oriental, o afines. Actualmente tenemos las clases de budo y de aikido, que son dos disciplinas marciales. Y de cuatro tipos de yoga diferentes; y también de pilates. Además, también hacemos formación profesional de profesores de yoga, con reconocimiento internacional, a través de la Alianza Profesional de Profesores de Yoga de Inglaterra.
Yoga y pilates, ¿en qué se diferencian?
Todo está relacionado. Si hablamos a nivel biomecánico, yoga y pilates buscan la longevidad o el buen estado de salud de la persona, mediante una conservación de su estructura. Y en Oriente, la estructura se entiende que es la columna vertebral. Es como cuando nuestra madre nos decía: “¡Ponte recto!” (sonríe). Pues lo mismo. Si la salud de nuestra espalda está bien, nuestra vejez va a estar bien. Entonces, son dos disciplinas que, de forma un poco diferente, pero con una base común, se dedican a que la persona, no solo esté mas fuerte y elástica, sino que tome consciencia corporal. Son una serie de conceptos que, básicamente, suponen una reprogramación de nuestro cuerpo, basada en un trabajo mental.
Claro.
La estructura del yoga es, digamos, mas tradicional. Está basada en un trabajo de cuerpo–mente. Del yoga la gente solo conoce una parte: la asana, la postura. Pero, en realidad, está compuesto por ocho partes diferentes, y es una herramienta que te permite reflexionar, darle esos pequeños respiros a nuestro cerebro. El yoga no es una herramienta colectiva, en la que todos somos becerros y vamos a la misma historia. No, cada uno tiene que darle su autonomía. Cuando alguien viene para una formación de yoga, le digo: “Vas a aprender Kundalini yoga, Hatha yoga, Vinyasa yoga y Asthanga yoga. Eso como base. Pero, al final, no quiero que hagas ninguna. ¿Cómo te llamas tú, Fernando? Pues quiero que, a final, hagas Fernando-yoga”. Eso es lo que me interesa.
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