Cuando se sabe qué decir, no se necesitan muchas palabras. Así era Pepe Plaza. Su pelo blanco y su pequeña estatura, inversamente proporcional al corazón que albergaba, escondían un hombre discreto, serio, tal vez incluso intimidante en ocasiones, pero humilde, justo, servicial y una gran persona. Ha muerto Pepe Plaza.
Dirán por la calle que ha muerto el jefe de personal de la Plaza de Toros de Almería pero eso es solo una pequeña parte. Durante décadas Pepe Plaza ha sido el padre que decenas de niños con ilusión de ser toreros veían (veíamos) en el estribo de la barrera sentado cada miércoles, jueves o viernes de entrenamiento, porque Pepe era la persona que desinteresadamente iba todos los días a dar vida a la escuela taurina. Nos abría y fumaba. Un día incluso corrimos dando vueltas a la plaza, y mientras corría fumaba. Nos enseñaba a coger el capote o montar la muleta, pero sobre todo a doblarlos y guardarlos en su sitio, en una pequeña habitación que primero teníamos en el patio de caballos y luego en el patio de cuadrillas, porque la disciplina, la humildad y el respeto son valores que Pepe Plaza representaba como nadie, y que transmitía con su mirada de ojos pequeños, tras los cristales de sus gafas. Ha muerto Pepe Plaza.
Y s, fue el jefe de personal de la Plaza de Toros durante cuarenta años. Y cuando un aficionado no podía ir a ver la feria, y le pedía trabajo a Pepe Plaza, seguro que había un tendido sin acomodador, o una puerta de corte que necesitara otro portero, y Pepe hacía que aquel aficionado, que un año fui yo, pudiera ver la feria. Y luchó para que después de jubilados, su personal pudiera sentarse en una grada, a recordar cuando la feria era en blanco y negro, las canas eran menos, y la fuerza era más. Y defendía a su gente. Los defendía ante los presidentes, los defendía ante Chopera, y los defendía ante el lucero del alba si fuera menester, porque era el jefe de personal como el capitán de corbeta que cada tarde pasaba lista a la puerta de la plaza, repartía los carnés, y deseaba suerte. Y era el jefe de personal que al terminar la feria pagaba puntual en la cafetería 'Paradis', en sobres que llevaba en una cajita de cartón, y cuando te daba el sobre te decía aquello de 'es poquito, a ver si el año que viene sube y te damos algo más', y así lo fue durante cuarenta años, y el día que se fue, la empresa, su empresa, a la que tantas y tantas ferias hizo funcionar, no se acordó ni de darle una placa de agradecimiento entre las dos rayas de picar. Joder, ha muerto Pepe Plaza.
Apoyado entre la puerta grande y la barrera del tendido 1 nunca lo vi gritar, con la mirada dirigía el ballet de la plaza. No se marcha del todo, apoyado en la misma barrera se queda su hijo, y en el recuerdo de los que te tratamos deja su imagen en el reflejo del tiempo ya sea sentado un miércoles de entrenamiento, o apoyado una tarde de agosto, con el pelo blanco y una sonrisa picarona que dejabas solo para los que apreciabas. Me quedo con esa imagen porque hoy no me atreví a verte. Ha muerto Pepe Plaza.
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