Las mil y una vidas de película de un actor de acción llamado Paco Barrilado

“Mi vida es una película”, dice Paco Barrilado mientras mira la estrella que, desde este lunes, lleva su nombre en Almería. Ha sido un día especial para el actor de acción, que en agosto cumple 80 años. Por fin, la ciudad y sus instituciones (Ayuntamiento, Diputación, Junta) le rinden el homenaje que esperaba. Y que, recuerda, se merece por llevar una vida defendiendo que Almería es tan de cine como California. 

Barrilado se ha vestido para la ocasión: americana blanca, camisa negra con motivos florales, pantalón beis, gafas de espejo, zapatos de serpiente. Como un personaje del Miami setentero de las películas de Bud Spencer y Terence Hill, con los que trabajó en Almería. Porque el cine, como industria tangible y campo de sueños, se mezcla en la vida del especialista y en las anécdotas que con voz aguardentosa encadena bajo una sonrisa en la que habitan el pícaro y el niño grande emocionado.

Es la segunda estrella en la Casa del Cine tras la dedicada en octubre de 2021 a Diego Fernández y familia, los taxistas que hacían de localizadores, ‘runners’ y otras facetas de la producción que ni tenían nombre en aquella Almería que despertaba a los rodajes en los 60. Un paseo de la fama en el jardín de la vivienda que habitó Lennon con nombres menos rutilantes que los que figuran junto al Cervantes, aunque no menos valiosos: los de los profesionales locales del séptimo arte. 

“El cine en Almería ha sido también posible gracias a nuestros profesionales, que primero enseñaron los paisajes a los localizadores y después han trabajado en múltiples producciones. Uno es Paco Barrilado. Hoy, Almería le responde con cariño  con esta estrella”, dice la alcaldesa María del Mar Vázquez. Minutos más tarde, ambos posarán para una foto en la que él, con más de 250 apariciones en pantalla, empuña un revólver como hacía en la ficción. El Trío Diesis pone la banda sonora con los temas de ‘Los siete magníficos’, ‘El álamo’ y ‘El bueno, el feo y el malo’.

Trenes y forzudos
Es complicado ceñirse al guion con Barrilado. Tampoco él lo hace, aunque su discurso suele elevarse sobre dos pilares: sus vivencias y sus reivindicaciones. “No quiero molestar a nadie con lo que digo”, exclama frente a las autoridades tras lamentar que Almería siga teniendo comunicaciones tan deficientes o que carezca de unos estudios. “Me dijeron que se iban a construir y nunca se hicieron”, recuerda. También pide que la Casa del Cine “abra a diario” y que se alimente el turismo cinematográfico. “El turista quiere quiere ver el MiniHollywood: es Almería la que tiene una historia, un presente y un futuro relacionado con el cine; ni Málaga, ni Huelva”.

Y de los trenes raquíticos y reales a los de la ficción, como aquel que simbolizaba el progreso —y el fin del wéstern— en ‘Hasta que llegó su hora’. De Claudia Cardinale recuerda cómo era capaz de “subirla y bajarla del caballo con un solo brazo”. Con Catherine Deneuve coincidió en ‘Marchar o morir’. “Estábamos rodando a las cuatro de la mañana, en pleno diciembre, y me tenían que tirar por la borda. Ella decía que me dieran coñac, que me iba a morir de frío, pero yo tenía fuego dentro”, asegura.

Pero si una estrella le marcó fue Steve Reeves, el culturista que hizo carrera en el ‘peplum’. “En esa época había dos forzudos: él y yo. Él era mi ídolo, y tenía que pegarle en ‘Vivo para matarte’. Al final, todos somos personas”. 

Nacido en Vélez Rubio y criado en el almeriense barrio de El Quemadero, Barrilado ha tenido muchas otras vidas fuera del celuloide: fue boxeador, regentó gimnasios, montó torneos medievales en Mallorca, impulsó las peleas de especialistas en Tabernas. Y es pintor: firma como Frank Barry, su seudónimo en las películas. 

Paco Barrilado ya tiene su estrella. Posa junto a ella para las fotos, feliz, con su mujer e hijos. Le acompañan políticos y amigos, algunos vestidos de vaqueros e indios (los amigos, claro). “Mi vida es una película”, repite. Y se aleja hacia la verja del Cortijo Romero como el vaquero de un wéstern crepuscular. O, quizás, al igual que el explorador de ‘La rosa púrpura del Cairo’, para volver a cruzar la pantalla.