Guillermo Fuertes
22:02 • 25 abr. 2012
Usted la ha visto. Que sí, hombre, y además, muchas veces. Está en la carretera de salida de Almería en dirección a Granada, y ahora tiene próxima una urbanización a la que incluso ha puesto nombre: La Magnesita. Es una torre alta, de ladrillo, pero es cierto que lleva allí tanto tiempo que ya casi ni la miramos. Como tantas cosas del patrimonio de Almería, tanto la capital como la provincia.
Pues sepa que ‘la magnesita’ es la última y única chimenea industrial existente hoy en día en la capital almeriense. Hasta hace no muchos años en la capital existía otra, conocida y recordada como ‘La Térmica’, que pertenecía a una central eléctrica y también hacía gala de gran altura y bella factura, pero, como todos sabemos, el desarrollo urbanístico del Paseo Marítimo provocó su derribo.
Ambas eran ejemplares supervivientes de las chimeneas de ladrillo que proliferaron como parte de la arquitectura industrial que floreció entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. En muchos lugares se han creado plataformas y sociedades para recuperarlas y ponerlas en valor, pero en Almería sólo queda esta, con el fuste remendado por correas metálicas y una cierta inclinación que a algunos trae recuerdos de Pisa, y a otros preocupación.
La antigua refinería
‘La magnesita’, en realidad, era el nombre de una antigua refinería de azufre, situada en ese lugar, tal vez por la cercanía con la mina de azufre La Partala, de Benahadux. Hoy ya no existe, pues la toxicidad del proceso de su refinado hizo que estas antiguas factorías fueran desapareciendo en la medida en que las ciudades se ampliaban y las engullían poco a poco.
“El azufre fue un producto muy común y muy usado en la España de la posguerra, por lo que proliferaron este tipo de refinerías”, explica Enrique Delgado, almeriense radicado en Melilla, estudioso y apasionado del patrimonio de su tierra natal. “En aquella época era muy fácil comprarlo en cualquier droguería del país, un tipo de establecimiento que también ya es casi inexistente. El uso doméstico principal era como desinfectante. Todavía se sigue viendo en los bajos de los edificios, para luchar contra insectos y para evitar que los perros orinen. Su fuerte olor sirve como repelente”.
Volverla a descubrir
Precisamente ese fuerte olor, y los gases procedentes del refinado, es la causa de la gran altura de la chimenea. “A mayor toxicidad, mayor altura”, afirma Delgado. “La expansión de las ciudades obligó al cierre de estas industrias, tanto por la toxicidad tanto de los gases emitidos como de la manipulación y almacenamiento de este elemento. El tratamiento del azufre tiene efectos muy nocivos para la salud y para el medio ambiente”.
Hoy sólo queda en pie esta chimenea, “pero no por mucho tiempo, dada la gran inclinación del fuste, que se mantiene en pie gracias a los ceñidores de acero instalados a lo largo de toda su longitud”, reconoce el investigador.
La arquitectura industrial, no obstante, es un patrimonio que cada vez se valora más en todo el mundo. Su rehabilitación y su posterior reutilización como recurso identitario y turístico es una iniciativa que en muchos países cobra protafonismo y seguidores. En Almería ya se está recuperando el Cable Inglés. ¿Perderemos también esta última torre de ladrillo? Tal vez sea bueno que la volviéramos a mirar, a descubrir. Allí, solitaria y abandonada, es parte de la historia de toda una época.
Pues sepa que ‘la magnesita’ es la última y única chimenea industrial existente hoy en día en la capital almeriense. Hasta hace no muchos años en la capital existía otra, conocida y recordada como ‘La Térmica’, que pertenecía a una central eléctrica y también hacía gala de gran altura y bella factura, pero, como todos sabemos, el desarrollo urbanístico del Paseo Marítimo provocó su derribo.
Ambas eran ejemplares supervivientes de las chimeneas de ladrillo que proliferaron como parte de la arquitectura industrial que floreció entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. En muchos lugares se han creado plataformas y sociedades para recuperarlas y ponerlas en valor, pero en Almería sólo queda esta, con el fuste remendado por correas metálicas y una cierta inclinación que a algunos trae recuerdos de Pisa, y a otros preocupación.
La antigua refinería
‘La magnesita’, en realidad, era el nombre de una antigua refinería de azufre, situada en ese lugar, tal vez por la cercanía con la mina de azufre La Partala, de Benahadux. Hoy ya no existe, pues la toxicidad del proceso de su refinado hizo que estas antiguas factorías fueran desapareciendo en la medida en que las ciudades se ampliaban y las engullían poco a poco.
“El azufre fue un producto muy común y muy usado en la España de la posguerra, por lo que proliferaron este tipo de refinerías”, explica Enrique Delgado, almeriense radicado en Melilla, estudioso y apasionado del patrimonio de su tierra natal. “En aquella época era muy fácil comprarlo en cualquier droguería del país, un tipo de establecimiento que también ya es casi inexistente. El uso doméstico principal era como desinfectante. Todavía se sigue viendo en los bajos de los edificios, para luchar contra insectos y para evitar que los perros orinen. Su fuerte olor sirve como repelente”.
Volverla a descubrir
Precisamente ese fuerte olor, y los gases procedentes del refinado, es la causa de la gran altura de la chimenea. “A mayor toxicidad, mayor altura”, afirma Delgado. “La expansión de las ciudades obligó al cierre de estas industrias, tanto por la toxicidad tanto de los gases emitidos como de la manipulación y almacenamiento de este elemento. El tratamiento del azufre tiene efectos muy nocivos para la salud y para el medio ambiente”.
Hoy sólo queda en pie esta chimenea, “pero no por mucho tiempo, dada la gran inclinación del fuste, que se mantiene en pie gracias a los ceñidores de acero instalados a lo largo de toda su longitud”, reconoce el investigador.
La arquitectura industrial, no obstante, es un patrimonio que cada vez se valora más en todo el mundo. Su rehabilitación y su posterior reutilización como recurso identitario y turístico es una iniciativa que en muchos países cobra protafonismo y seguidores. En Almería ya se está recuperando el Cable Inglés. ¿Perderemos también esta última torre de ladrillo? Tal vez sea bueno que la volviéramos a mirar, a descubrir. Allí, solitaria y abandonada, es parte de la historia de toda una época.
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