Desde la pared de un anticuario del centro de Almería el retrato de una anciana con lágrimas en las mejillas clama: “no llores mujer, que fornicar no es pecado”, la obra la firma Bervel Cao. El artista gallego criado en Almería gozó de cierto reconocimiento durante el último tercio del siglo XX. Exposiciones en la Fundación Unicaja, pleitos, retratos de alcaldes y políticos con los pantalones bajados. Era un hombre comprometido: ecologista, antitaurino, animalista, feminista y tan implicado en el arte social que fundó su propio museo. Un día su personaje bajó hasta el infra mundo, pero todavía habla su prolifero legado, sus obras pagaron el alquiler.
Bervel Cao solía pintar a los políticos de cuclillas a punto de defecar. La fiscalía de Almería abrió una investigación al artista responsable de retratar al alcalde Fernando Martínez como un caganet. La obra en cuestión estuvo expuesta en una ventana del museo del artista. Por supuesto, que vivió del arte, pintaba bodegones, suculentas uvas, como buen discípulo de Moncada Calvache.
El museo Bervel Cao fue el primero de la ciudad de artista y sin ánimo mercantil abrió en el año 1989. La matanza del cerdo, recuerda el escultor Javier Huescas quien visitó el museo, es su obra más significativa. En el centro se exponían sus obras con carácter intimista y en gran formato. Para realizar la Matanza del Cerdo el pintor se documento fielmente. Hizo una serie de instantáneas de la costumbrista escena española y las recopiló en un libro tamaño A3 con encuadernación de lujo. En las páginas puede leerse: “dime como un pueblo trata a sus animales y te diré cómo es el pueblo”. Sobre el lienzo un puerco abierto en canal, rodeado por personas que devoran miembros del animal y, en el lateral de la derecha el propio pintor tapándose la boca horrorizado.
Bervel Cao dijo a este medio: “las cosas más feas de la sociedad no se escriben con palabras bonitas. Cuando se denuncia algo hay que hacerlo de forma patética”. Aquel museo personal que abrió al público mostraba crudas realidades, pero no estaba dispuesto a vender ni una obra. El artista vivía de los bodegones, los cuadros que en la actualidad tienen más salida. El apego que tenía a sus creaciones era tan grande que los marchantes de arte tasaron sus obras personales, unos 100 cuadros en 10.000€ y no las vendió. Pero sirvieron para pagar el alquiler, además de unos cuantos talones al portador que el propietario del inmueble pagó al artista. Unos veinte años más tarde el arrendatario vende los cuadros con cierto regomello, como cuando se desprendió del bodegón firmado por Moncada Calvache y Bervel Cao. Porque ese es el precio de las pertenencias, el valor sentimental que depositamos en ellas.
En el anticuario hay pertenencias personales del artista, cómo se documentaba, sus paletas de madera de caoba pintadas con autorretratos, recortes de prensa de cuando escandalizaba o protestaba por el desastre del Prestige. En el año 2003 subió su lienzo La generación del plástico se asfixia a su Mercedes y recorrió la península encadenado al cuadro como protesta por el chapapote que manchó la Costa da Morte. Sin embargo, más allá de la leyenda creada por el personaje o la oscuridad de sus pinturas, lejos de las corrientes en las que nunca se encasilló, ni fue indaliano, ni vanguardista Bervel Cao era intencionadamente canalla.
Tenía el corazón inclinado al lado de los vencidos y poetas que duermen en las cunetas de este país. Escribía lemas incendiarios en sus retratos y pagaba los wyskies en las tabernas con su arte. Era asiduo de los boticarios que atienden sin receta, ni hora, entre sus musas una heroinómana pinchándose, desnuda y cruda realidad. El pintor plasmaba a estas bellas mujeres con cierta reminiscencia sacra y tardaba varios años en acabar el cuadro. En la publicación titulada La hoguera de las Vanidades de este periódico, aparece retratado Bervel Cao con una de sus dolorosas. Un cuadro que no deja indiferente y hoy recuperamos en la foto. La vieja aparece como una madonna, cargada de culpa, con los pechos caídos, las arrugas en la cara y las lágrimas cayendo por su rostro, sin embargo su piel rosácea despierta un deseo impropio en la senectud para los cánones sociales.
El artista octogenario pasa sus días tranquilo en una residencia de ancianos de la provincia. Sus cuadros están a la venta, además el responsable de Arte y Antigüedades Atenea, Israel Palacios, conoce bastante a cerca de la obra de Bervel Cao. Por todos los retratos que realizó, lo inclasificable que fue su estilo, además de su carácter polémico se puede decir que José Antonio Bervel Cao es el Van Gogh de Almería.
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