Fue uno de los grandes directores de fotografía del cine español, con una filmografía en la que figuran títulos de Luis García Berlanga (‘Novio a la vista’), José María Forqué (‘Las que tienen que servir’), Antonio Mercero (‘Las delicias de los verdes años’), Fernando Fernán-Gómez (‘Mi hija Hildegart’) o Ricardo Franco (‘Los restos del naufragio’). También trabajó como operador en producciones internacionales como ‘Patton’ o ‘La caída del imperio romano’. Inició en España la fotografía turística, recorriendo a pie la piel de toro y consiguiendo imágenes impagables que hoy forman parte de los fondos de la Biblioteca Nacional. Y además, casi sin proponérselo, ideó una de las imágenes más célebres de nuestro país, la ‘humanizada’ botella de Tío Pepe, ahora de actualidad tras el movimiento popular que pide su regreso al madrileño edificio de Sol que albergará una Apple Store.
Cecilio Paniagua (Terque, 1911-Madrid, 1979) fue un hombre trabajador, discreto y austero y por eso nunca reivindicó la autoría de su creación, atribuida a Luis Pérez Solero, jefe de propaganda de la empresa González Byass entre 1934 y 1964. “Nunca se ha sabido por el carácter reservado de mi padre. Él lo tenía como una anécdota familiar”, cuenta a LA VOZ desde Tenerife su hija Helena Paniagua.
Una genial ocurrencia
Como algunas de las ideas más geniales, la ocurrencia de vestir la botella de Tío Pepe con el sombrero cordobés y la chaquetilla surgió de casualidad. “Mi padre estaba con un equipo de cine en Cádiz haciendo un documental [‘Asilo naval’]. Cuando estalló la Guerra Civil decidieron irse a Madrid pero mi padre se quedó en Jerez de la Frontera”, recuerda Helena. En la localidad gaditana decidió abrir un negocio para subsistir en aquellos difíciles momentos. “Alquiló un local, una especie de garaje donde también vivía. Él, que ya tenía premios y fotos en museos del mundo, hizo algo que nunca había hecho ni volvió a hacer: montar un estudio fotográfico al uso, que enseguida adquirió fama”.
Y fue en una de aquellas jornadas cuando a Cecilio Paniagua se le ocurrió adornar una botella que tenía en el local. “Él era muy habilidoso y para entretenerse le hizo una chaquetilla y un sombrero a una botella de fino La Ina. Como era muy manitas poco a poco lo fue perfeccionando, como un divertimento. El traje original es verde y aún lo conservan mis hermanos”.
Como la idea le pareció simpática se lo comentó a un conocido en las bodegas Domecq que no compartió su entusiasmo. Sí lo hicieron sus amigos en González Byass, a quienes regaló la idea. “Y así empezó la historia”, narra la hija de Cecilio Paniagua, que subraya que su padre nunca reconoció su creación más allá de su círculo cercano. “En González Byass sí lo sabían y recuerdo que cuando íbamos a Jerez nos recibían muy bien”. Esa “relación de afecto” tuvo su continuidad en algunos spots de las bodegas, “muy audaces para la época”, que el director de fotografía realizó para televisión.
La respuesta popular
Hace unas semanas, el artista plástico albojense Juan José Rosado reivindicaba en este diario la figura del Tío Pepe como uno de los grandes iconos pop de España. Y en un país tan descastado con sus s&iacut
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