“La Pastora’ era un personaje indómito en busca de dignidad”

“La Pastora’ era un personaje indómito en busca de dignidad”

Evaristo Martínez
22:46 • 20 jun. 2012

La sede del Instituto de Estudios Almerienses acoge esta tarde, a las 20 horas, la presentación de ‘La Pastora’ (Almuzara), una novela de Manuel Villar Raso (Olvega, Soria, 1936) acerca del maquis hermafrodita Teresa Pla Messeguer.


El autor, que ha sido profesor titular de Literatura Norteamericana de la Universidad de Granada y es miembro de la Academia de las Buenas Letras de esta ciudad, estará acompañado por el poeta Julio Alfredo Egea y el profesor de Teoría de la Literatura de la UAL José Heras Sánchez.


En declaraciones a LA VOZ, Villar Raso, que guarda una intensa relación con Almería, reivindica cómo dio a conocer a este personaje a finales de los setenta, en la primera edición del libro que ahora ha reeditado Almuzara. “Cuando le dieron el premio Nadal a Alicia Giménez Bartlett por ‘Donde nadie te encuentre’[basada en el personaje de ‘La Pastora’] y dijo que nunca había encontrado nada sobre ella, que todas las puertas estaban cerradas a cal y canto, me dije: ¡caramba, yo publiqué esta historia hace treinta años! Por eso le propuse a Manuel Pimentel volver a publicarla”.




Villar Raso descubrió la historia de ‘La Pastora’ de la mano de un guardia civil durante un viaje a Alcalá de la Selva. “Me empezó a interesar el personaje y le seguí la pista. Fueron tres años de viajes, de trabajo de campo, con entrevistas, investigaciones...”, relata.


Según destaca la editorial, ‘La Pastora’ está considerada por muchos como una pesadilla fuera de la ley, a la que se llegaron a imputar casi una treintena de muertes y llegó a ser conocido como ‘El terror del Caro’. Para otros, sin embargo, era un ser marginal que se enroló en el maquis con el objetivo de que le aceptaran como era. Fue allí donde encontró su identidad sexual y donde pudo enterrar su pasado de analfabetismo. “Sus padres la pusieron a cuidar del ganado cuando era niña y estuvo siete u ocho años viviendo en una cueva, sin salir, excepto para ver a un hermano que le llevaba comida”. Una infancia dura que marcó su carácter. “Cuando tenía 32 años un guardia civil la paró y le levantó la falda. Se sintió tan humillada que se fue con la guerrilla. Ellos la trataban con uno más y fue donde se cambió el nombre y pasó a llamarse Florencio”, explica.




La policía andorrana la detuvo y entregó a las autoridades españolas en 1960. Pasó diecisiete años en El Dueso acusada de las muertes de veintiún guardias civiles, siete alcaldes y un ermitaño. Quedó libre en 1978 y murió en 2004. “Era un fuera de la ley, un marginado de la tierra. Cuando escribo novela me gusta hacer literatura de grandes personajes, seres indómitos, en busca de dignidad y libertad. Esto era ‘La Pastora”.





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