“Almería vuelve a ser tierra de cine”, se está repitiendo con insistencia en los últimos meses. Y hay razones para hacerlo: los rodajes se están sucediendo uno tras otro en los últimos tres o cuatro años. Parece evidente que el punto de inflexión fue el rodaje de Exodus. No es demasiado grave que la calidad de la película dejara mucho que desear. Orson Welles pudo rodar Ciudadano Kane porque ese mismo año, y en los anteriores, se rodaron en la RKO un montón de películas que hoy nadie recuerda y que recaudaron bastante más dinero que la opera prima de Welles.
Sin embargo, me parece que cuando se hace esa afirmación, cuando se pretende reeditar esos años de oro del cine en Almería, no se tiene suficientemente en cuenta que en algunos aspectos no se debe repetir la historia. Hagamos antes de seguir precisamente eso, un poco de historia.
Naturalmente, las razones que hubo detrás del auge del cine en Almería en los años sesenta son múltiples y variadas. En primer lugar, esa época dorada se enmarca en unas precisas circunstancias históricas y económicas: después de la II Guerra Mundial los capitales norteamericanos obtenidos en la distribución de películas son inmovilizados en Europa y el rodaje en el continente es una forma de liberarlos. Algo después, por una serie de factores, siendo uno de los más importantes la implantación de la televisión en la mayoría de los hogares americanos, el cine americano sufre una importante reducción de sus ingresos en taquilla. La principal respuesta ante la devastadora competencia de la televisión son las superproducciones, y los grandes formatos (CinemaScope, el efímero Cinerama...) al servicio de grandes espectáculos. De modo que por estos años los Estudios de Hollywood fomentan los rodajes en Europa: es una forma de liberal el capital bloqueado, de reducir costes —la mano de obra es más barata y aún más en España—, e incluso de aumentar los ingresos de taquilla provenientes del continente. Es así como Almería se convierte en los años sesenta en una de las zonas de rodaje más asiduas, no solo del cine americano sino también de coproducciones europeas —también en auge en esta época—, no solo por las razones mencionadas sino asimismo por otras que le son propias: el clima es privilegiado, la cantidad de horas de luz —y la calidad de la misma, como tantos directores de fotografía han atestiguado— son idóneas, la provincia ofrece paisajes prácticamente inéditos en Europa, de forma que se puede ambientar en ella tanto un western desarrollado durante la Guerra de Secesión americana como una película histórica desarrollada en un país africano…
Bases sólidas
Ahora bien, lamentablemente lo que no se hizo nunca durante estos años de esplendor fue crear algo verdaderamente sostenible. De forma que la gallina de los huevos de oro acabó si no muriendo, moribunda, picoteando durante muchos años solo migajas. Y es que para crear algo duradero hay que hacerlo sobre unas bases sólidas, es decir, generar un denso tejido industrial y una auténtica cultura cinematográfica. Y esta última no puede sustentarse solo en los aspectos más epidérmicos del cine, o en la búsqueda del negocio rápido…, elementos sin duda inevitables, y que incluso debidamente encauzados pueden ser provechosos, pero que no pueden ser casi exclusivamente los únicos atendidos.
La vida no suele ofrecer segundas oportunidades, y lo cierto es que a Almería el cine se la ha ofrecido. Hay que reeditar, pues, los tiempos gloriosos, pero no cometiendo los mismos errores. Y es que, a pesar de tantos años transcurridos, hay algunas coincidencias entre ambas épocas, el pasado y nuestro presente. También ahora unas determinadas circunstancias históricas —sobre todo la violencia que asola a algunos de los países árabes, cantera en buena medida para rodajes que ahora recalan aquí —han determinado este renacer del cine en Almería. Y también ahora con frecuencia parecen importar más los aspectos más superficiales —y por tanto más efímeros— que una verdadera cultura cinematográfica.
Hace unos días el rector de la UAL convocó una ‘Mesa del Cine’ en la que se invitó a diferentes organismos y agentes socioculturales a una reunión para analizar la situación actual del cine en la provincia. Más concretamente, dos son las medidas de las que se ha hablado, como propuestas cuya viabilidad ha de contemplarse: la creación de una Escuela de Cine y la de un Grado de cine. Es esta, indudablemente, una buena iniciativa —si se me permite un inciso personal, uno ha anhelado desde hace más de veinte años que se hicieran unos estudios universitarios de cine en la Universidad de Almería; era incomprensible que no se hicieran— ¿Y qué mejor espacio para generar esa cultura cinematográfica, para propiciar el estudio, el pensamiento crítico y la formación audiovisual que la Universidad? Si se quiere hacer algo que no sea efímero es fundamental crear unos técnicos autóctonos, y una adecuada formación audiovisual. Pero indudablemente habrá que orillar algunos peligros que ya es posible otear en el horizonte.
Formación
Uno de ellos, habitual en este tipo de coyunturas, es el oportunismo. En los últimos años ha surgido en Almería, hasta de debajo de las piedras, una ingente cantidad de ‘expertos’ en cine de los que nada se sabía hasta hace poco. Si se quiere hacer algo serio —y por tanto sostenible—, si se quiere realizar una formación rigurosa y, lo que es más importante, que genere curiosidad, pasión por el conocimiento, es decir, motivación para seguir formándose —y no otro creo que es el principal objetivo de una formación reglada—, ha de hacerse con conocimientos y pasión. Eso no se puede transmitir si no forma parte de uno mismo; si es una impostura, una moda pasajera o meramente una rápida forma de negocio personal.
Y además, la formación cinematográfica ha de ser especializada, si quiere ser una verdadera formación. Y lo cierto es que esta ha sido una de las grandes carencias de la cultura audiovisual en Almería, la casi ausencia de especialistas en la materia. Parecería razonable que la Universidad trate de encontrar un equilibrio entre los recursos disponibles y la indispensable presencia de expertos —como ocurre en todas las facultades similares del país.
Por otro lado, otro peligro a evitar es el que ha sido una de las principales limitaciones de la cultura cinematográfica almeriense, el provincialismo. Aunque parezca mentira, hay cine más allá de Almería. Y conocerlo, fomentar las relaciones con cineastas y especialistas cinematográficos de otras partes, será beneficioso sobre todo para el cine en Almería.
Se nos ha dado una segunda oportunidad; no creo que haya una tercera.
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