Ahora que vuelve a jugar el Almería en casa frente al Nástic me viene a la memoria el partido contra el Levante cuando saltaba el equipo al campo y muchos pitaban a los futbolistas.
Entre pitos y flautas iba la cosa hasta que el gol de Quique de penalti hacía renacer ese cariño incondiconal de la afición hacia el Almería. Se impone siempre por goleada el amor a unos colores.
El Almería encajaba dos goles seguidos del Levante y con ellos de nuevo a jugar entre pitos y flautas hasta que Quique mandaba un balón a la madera y de nuevo encendía a la grada.
Es tanto el cariño. Son tantas las ganas de vencer. Puede el amor al odio y al final todos acaban rendidos al sentimienrto rojiblanco. No se si lo que se vivió ante el líder de Segunda División es eso que se denomina pasión de mi LocUDA.
Los almerienses somos especiales para todo. Me pasa a mí que cuando pierden no dejo títere con cabeza y cuando ganan un partido les perdono todo.
No me gusta que le piten al equipo. Yo nunca lo hice en mis tiempos de aficionado. Me levantaba y les pedía más, pero nunca di ventaja al rival. Uno tiene que ser del Almería en lo bueno y en lo malo: nuestra afición es el ejemplo.
Si los jugadores han captado el mensaje todo irá mejor. Son ellos los que encienden a la grada con sus ganas. Aquí nadie les pide a los futbolistas fútbol de alta escuela. Nos gusta, como a todo el mundo, pero lo cambiamos por ganar partidos, por ver al equipo morir en el campo.
El escudo pesó por igual para futbolista y afición.
Todos acabaron rendidos frente al Levante.
Cada uno en su papel.
Los seguidores del Almería quieren de verdad a su equipo.
Este es el camino.
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