No hubo alineación indebida ni impropia. El Madrid fue respetuoso con el medio ambiente, con el entusiasmo de León y con su historia. Alineó once internacionales y ganó con soltura y seriedad. También quedó claro que la estricta frontera que en otras temporadas se estableció entre los que juegan y los que están condenados a esperar se ha vuelto más borrosa. Y no sólo porque la BBC haya bajado la persiana en el arranque, sino porque el banquillo ahora aprieta de verdad en todos los partidos, en todos los campos. Asensio y Morata, con dos goles cada uno, escenificaron ese recorte de distancias entre los de sangre azul y los de sangre caliente.
No hubo atisbo de chirigota en esta ocasión. Zidane armó bien la alineación, que no era la mejor posible pero sí la mejor que trajo a León, un híbrido entre titulares venidos a menos y meritorios venidos a más, con Kroos como coordinador general. Un equipo bien hecho, sin frivolidades y que le dio al partido el tratamiento que merecía. Un trabajo profesional que debe ser reconocido porque los grandes no simpatizan con partidos así. Ni siquiera los que los juegan, porque queda desprovista de valor una buena actuación atendiendo a la blandura del rival y porque abre heridas profundas un fracaso. Los que estuvieron en el Reino, muchos suplentes de linaje, equipararon la brecha salarial entre ambos equipos con la deportiva.
Se puso casi todo de parte del Madrid con un autogol de Zuiverloon, el más despistado de la Cultural, a los cinco minutos. Un golpe de infortunio sobre el que el equipo de Zidane fue construyendo su victoria. Hubo algo de ensayo prerrevolucionario en el choque, porque Lucas Vázquez se movió en la suerte natural, la derecha, pero Morata se deslizó a la izquierda, e Isco y Asensio, a ratos, se alternaron en el papel de nueve de guardia, una especie de coproducción para acudir al remate. Renunciaron a la posición, pero estuvieron en la llegada.
El jugador balear ha cogido vuelo definitivamente. Ya no ofrece el comportamiento de un recién llegado con pretensiones sino de un futbolista cuajado, con personalidad para ser arquitecto en el centro del campo, para dirigir a futbolistas con más carrera que él. Ha marcado en su debut con el Madrid en todas las competiciones. No es un capricho de Zidane ni del Bernabéu. Isco y James, a los que en otros tiempos el entrenador se ahorraba en partidos así, respondieron con seriedad a un adversario sobreestimulado que sólo se estiró por la banda derecha, donde Danilo sufre demasiadas molestias.
Y Lucas Vázquez y Morata se comportaron como aspirantes ejemplares. El segundo se acomodó como ariete puro tras el descanso y cazó dos goles, ambos con pases precisos de James, que también sirvió el tercero, de Nacho, jugador modelo, cuyo remate de acróbata en tijera estará ya sobre la mesa del jurado del Premio Puskasal gol del año. Jamás se queja y jamás defrauda. Hace tiempo que a ojos del público le tiene ganada la carrera a Varane.
Casilla paró cuatro de las cinco que le llegaron, justificando su premio de consolación (o de compensación por su cobertura a la suplencia de Keylor Navas), Mariano llegó al partido cuando ya era de recreo y volvió al fútbol Fabio Coentrao, el lateral invisible, al que se aguarda para dar respiro a Marcelo. Para la Cultural, nerviosa y superada por el tamaño del adversario, la fiesta se acabó con el pitido inicial. Benja perdió hasta las ganas de celebrar su gol. Ese gol que el Madrid no se perdona ni en sus mejores días.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/6/deportes/116454/cultural-1-7-real-madrid