Todos lo sabemos y ha llegado la hora de decirlo: Antonia no murió en 2013. La historia de Antonia Segura pudo ser la de mi madre, o la suya propia. Una familia humilde y trabajadora como todas las del Barrio de Araceli vivía feliz con los seis hijos que Dios les regaló: Mari, Rafa, Paquita, Jose, Ricardo y Juanmi. Antonio y Antonia eran un modelo a seguir y, cada año, cada día, la vida salía y entraba a raudales por sus puertas.
El más querido No podía tener queja Antonia de su hijo Jose, al que mando a estudiar a la Sagrada Familia como a todos sus hermanos. Allí hizo una obra de teatro y le tocó actuar de Sargento. Y hasta el último de sus días fue llamado: Jose Sargento.
Yo le conocí cuando era jugador del Europa Óptica Almería. Primero al hijo y luego a la madre. El destino nos unió. Yo era futbolero pero jugaba al balonmano en la Escuela de Maestría, y Jose en el Madrigal primero y el Europa después. En las frías mañanas de invierno iba a aplaudir sus jugadas como su vecina Mari Nieves ( vivía enfrente) hoy mi mujer. Empezamos a salir y mi suegra me presentó a toda la familia Segura sentada a la puerta de su casa. Estaban todos menos El Sargento.
Esto era en 1980 y dejé de aplaudir sus jugadas para entablar una relación más cercana dentro de las distancias naturales de currante en Almería (yo) y un estudiante de medicina en Granada (El Sargento). Los niños del barrio le esperaban para verlo llegar del partido con el chandal y su bolsa de deporte en el Renault 8 de su padre. Yo, ya me había comprado un Seat 127 de segunda mano para llevar a mi novia. Antonia me hablaba siempre de “mi Jose es lo más cariñoso de la familia, qué ganas tengo de que acabe la carrera y se venga para Almería”. Era para el barrio de Araceli un ejemplo a seguir: como todos los Segura Martínez, gente sana y noble.
El año de 1983 llegó cargado de proyectos para todos. El Sargento terminaba la carrera en junio y su vecina Mari Nieves se casaba el día del Pilar con Antonio, yo.
Maldito julio Nunca me ha gustado este mes del año. Mis seres queridos se marcharon en él. Era domingo y había que trabajar, dejé a mi novia sentada a la puerta de su casa y salía Jose muy arreglado para ir a dar una vuelta. Nos saludamos y creo que hablamos de la Mili (Servicio Militar), yo la hice en Zaragoza y a él le había tocado allí. Quedamos para hablar de la ciudad y el clima. “Nos vemos, voy a por la novia”. Ya no hubo más.
Esa noche de domingo a lunes, nada más salir del túnel de Bayyana, un vehículo invadía el carril por el que circulaba Jose en el R-8 de su padre. Todo lo demás se iba reflejando en el rostro de una madre que se marchó con él pero se quedó por el cariño de sus hermanos y su marido.
Se le paró el tiempo La vida siguió para todos. Sus hermanos crecieron, nosotros nos casamos, pero Antonio y Antonia nunca fueron iguales. Ella se marchó con él. El Europa perdía un gran jugador. La medicina a un doctor que además era buena persona, y Nuria a su novio y al futuro padre de sus hijos. Todos perdimos y lloramos al Sargento pero nada que ver con Antonia Segura: se apagó.
Desde aquél julio del 83 Antonia me preguntaba la edad. Y siempre me decía “ahora mi Jose estaría como tú”. Me hablaba de mis hijos “a mi Jose le gustaban mucho los niños”. Y clavaba sus ojos en los míos buscando a ese hijo que se marchó para siempre.
Ha muerto Antonia Segura, madre de familia numerosa, vecina ejemplar, un ángel del Cielo que ya
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