Despedida multitudinaria de Alfredo Di Stéfano en el Santiago Bernabéu. Majestuosa, a la altura del genio. El féretro llegó al Bernabéu entre aplausos a las 10 de la mañana. Fue situado en la parte central del antepalco con un primer plano suyo de fondo. A un lado tres banderas del Real Madrid con crespones negros, al otro las banderas de la Unión Europea, la Comunidad, la de España, la de Argentina y la del pueblo de Madrid. También con crespones negros. A sus pies sus dos Balones de Oro (1957 y 1959), el único Superbalón de Oro que ha entregado la revista France Football, en 1989, y las Medallas al Mérito Deportivo que tiene. Enfrente sus Cinco Copas de Europa, la Intercontinental, una Liga representando a las ocho que ganó y la histórica foto con los brazos en alto para celebrar un gol al Vasas en la ida de semifinal de la Copa de Europa de 1958. A su derecha su familia: hijos, nietos, biznietos, su hermana Norma, sus compañeros de mil batallas, Florentino... La Saeta estuvo bien arropado, bien protegido. Detrás, cientos de coronas llegadas desde todos los rincones del planeta (peñas incluidas). Un adiós tal y como se merecía.
Miles y miles de personas pasaron por su lado rindiéndole todos sus respetos. Dejaron flores, cartas, fotos... La cola daba la vuelta al estadio. Desde la puerta 55 de Padre Damián hasta la puerta 0 en el Paseo de la Castellana. Se habilitó en la puerta 31 un mural gigante con fotos suyas donde el madridismo dejó sus cálidos y emocionados mensajes.
Lágrimas, tristeza y silencio. Sus cinco hijos recibieron todo el cariño y admiración que generó siempre su padre. A sus compañeros, como a él le gustaba decir, se les vio muy afectados. Santamaría, Pachín, Pérez Payá, Vicente, Pirri, Amancio (llegó desde A Coruña) o Gento, desde Santander. Muy ‘tocado’ estaba Butragueño. “Siento que algo mío se me ha ido”, repetía.
En los aledaños del estadio una veintena de unidades móviles. Directos para los informativos de medio mundo, fotos que enviar rápido a las redacciones de los periódicos. Di Stéfano era, por última vez, el epicentro de la noticia. Quedan sus goles, su magia...
Y por la tarde, recién aterrizado de Portugal donde ha estado de visita oficial, acudió a dar su último adiós al genio Felipe VI. Nunca le vio jugar pero le admiró por lo que le contó su padre Juan Carlos I. Le recibió en la puerta del palco Florentino, saludó a sus hijos y rezó ante La Saeta. El Rey se sentó unos minutos recordando anécdotas vividas con él y firmó en el libro de condolencias. “Di Stéfano es un grande entre los grandes. He querido darle la última despedida. Le lloramos todos. Ha sido una figura única e irrepetible y ha hecho del fútbol un arte. Reconocemos en él una persona leal y extraordinaria. Ha sido una figura irrepetible, absolutamente única”, dijo.
Hoy, Don Alfredo Di Stéfano emprenderá, a primera hora de la tarde, su último viaje..
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