Lo que parecía una jornada destinada a poner las primeras piedras de la supervivencia del Real Zaragoza, se ha convertido en una especie de guerra por hacerse con el control del club. Por un lado, la Fundación Zaragoza 2032, liderada por la familia de César Alierta y compuesta por otra serie de empresarios aragoneses de reconocida solvencia y que se encontraban en una notaría para darle forma jurídica al acuerdo que habían alcanzado previamente con Agapito Iglesias. Por otro lado, los actuales propietarios, que han anunciado un nuevo acuerdo con el grupo mexicano Lobato Blanco: “Queremos informar a toda la afición zaragocista que en el día de hoy se ha llegado a un compromiso con el grupo inversor mexicano, por el cual el grupo inversor se compromete en las próximas horas a hacer frente al pago del corriente de la deuda que este club mantiene con la Agencia Tributaria”.
Dicho comunicado se ha realizado a pesar de que Javier Lasheras estaba al tanto de las negociaciones con esa tercera vía liderada por la familia de César Alierta, presidente de Telefónica, aragonés y zaragocista de solera —tiene el carnet de abonado número 245—, e hijo del que fuera gran presidente del club (1952-58) e impulsor de La Romareda, Cesáreo Alierta, y que ya había llegado a un acuerdo formal con Agapito Iglesias y el actual grupo de propietarios oficiales para pasar a controlar la mayoría de las acciones de la sociedad anónima deportiva (90,63%), por medio de una fundación de patronos —Fundación Zaragoza 2032—, compuesta por entre seis y ocho miembros, que abonarían antes del próximo día 25 los 8.152.000 euros que impedirían el descenso administrativo del equipo a Segunda B, además de garantizar la viabilidad de la entidad.
La entrada de este nuevo grupo en la mayoría del accionariado del Real Zaragoza, que mañana presentará su proyecto a las 12:00 horas en el Hotel Palafox, se ha venido fraguando con sumo sigilo en las últimas dos semanas, pese a que el Gobierno de Aragón, IberCaja —la entidad financiera más potente de la comunidad autónoma—, la Agencia Tributaria y la propia Liga de Fútbol Profesional han estado siempre al tanto de las conversaciones y negociaciones entre todos los integrantes de esta llamada tercera vía, encabezada por Alierta por medio de un sobrino carnal, y de la que también podría formar parte la familia de Ángel Luengo, la primera fortuna de Aragón. En este grupo, sobre el que no cabe la menor duda de su solvencia, hay también otros tres industriales más de reconocido prestigio en la ciudad y no se acabará de cerrar hasta mañana, ya que hay pendientes conversaciones finales con al menos otros dos empresarios.
La operación, sin embargo, está totalmente perfilada y cuenta con el visto bueno forzado de Agapito Iglesias, ya sea recuperando sus acciones por incumplimiento de contrato para revenderlas inmediatamente al grupo que pilota la familia Alierta, o bien cediendo directamente el 14% de los títulos que aún mantiene al no haber sido suscritas estas acciones por el grupo de Casasnovas y Lasheras.
No obstante, está redactado ya un nuevo contrato de compra-venta, con numerosos cambios en su articulado, especialmente el que hace referencia al precio. En el mejor de los casos, Agapito percibirá a largo plazo dos millones de euros y no los 9,8 que le firmaron Lasheras y Casasnovas, cuya intención siempre fue revender esas acciones a un grupo inversor extranjero, tal y como ha quedado demostrado con su nuevo comunicado, que por ahora no ha frenado las pretensiones del grupo liderado por César Alierta de hacerse con el control del Real Zaragoza.
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