No alcanzan las manecillas del viejo reloj, que cuelga en una pared abarrotada de recuerdos y estampitas cofrades, a marcar el mediodía cuando en el corazón de Casa Puga se escuchan marchas de Semana Santa (hoy ha tocado marchas de palio) y se insinúa un inconfundible olor a incienso.
Es un ritual que se repite cada día de Cuaresma. Mientras se cortan los champiñones, o se prepara la ensaladilla, los miembros del Puga hacen su propia estación de penitencia, se inspiran -dice Diego Montoya- “para salir al ruedo con las zapatillas asentadas en el albero”.
Diego Montoya y Rafael Alarcón abandonan la cocina al compás de ‘Soleá dame la mano’ y pegando lances con los mandiles, compartiendo ambos las dos pasiones, cofrade y taurina se acercan al punto donde les espero. Cuando les interrogo por la semana que comienza se adivina en sus rostros, por más que no lo quieran, ilusión y añoranza.
La Semana Santa aquí es diferente, cuenta Diego. “Para nada se siente que se pierde, se vive desde una perspectiva nueva. Tal vez incluso más intensa. Desde hace semanas Casa Puga es lugar de encuentro de cofrades, por esta barra han pasado capataces, costaleros, juntas de gobierno... y se vive un ambiente cofrade muy intenso”.
Ambos coinciden en que ahora se enteran de muchas más cosas. Con su gracejo y media sonrisa picarona, Rafael asegura que “con dos cervezas se cuentan muchas cosas. Se habla mucho, y aquí se cuecen muchos tejemanejes de las Hermandades de nuestra ciudad. Nos enteramos de muchas cosas que han pasado o que van a pasar. ¡Menos mal que somos hombres discretos!”.
No mienten Diego y Rafa cuando califican Casa Puga como un centro neurálgico del mundo cofrade. Durante la Semana que comienza, los almerienses veremos cómo los cofrades arrían en sus caminos para tomar un refrigerio en el centenario lugar, veremos cómo los pasos paran en su puerta de la calle Jovellanos, y cómo incluso muchos capataces llaman a los más veteranos camareros que prestos salen a tocar los martillos que les ofrecen.
Mientras hablamos para las páginas cofrades de LA VOZ, termina la marcha ‘Soleá dame la mano’, compuesta y bautizada por los presos de la cárcel del Pópulo, en Sevilla, que veían pasar el palio de la Esperanza de Triana bajo sus celdas, lugar desde el que sonó una saeta desgarrada, en la voz de un preso, que decía ‘soleá dame la mano, por las rejas de la carcel, que tengo muchos hermanos, huérfanos de padre y madre, eres la esperanza nuestra, estrella de la mañana, luz del cielo y de la tierra, honra grande de Triana’, y me fijo en las ventanas enrejadas de Casa Puga. Mirándoles a los ojos, algo habrá que echen de menos. Toma la palabra Diego, que con un gesto firme, pero que guarda la mucho sentimiento escondido, recuerda aquellos sábados en los que ensayaba con la cuadrilla del misterio de la Santa Cena, o los viajes con la banda Santa Cruz, o cafés interminables en tardes de ensayos... “Claro que hay cosas que se echan de menos, ¿cómo no se van a extrañar muchos momentos si esta semana es para vivirla, para compartirla con amigos, para sentirla?”.
En Casa Puga no sólo Diego y Rafa tienen corazón cofrade. Diego es Hermano de la Santa Cena y su compañero Rafa de la Hermandad de los Ángeles, ambas de la jornada del Domingo de Ramos, pero además este último devoto de la Expiración del Cachorro y la torera Hermandad del Baratillo. Más veterano que ellos, Juan Martínez es conocido cofrade de la Hermandad del Silencio, de Pasión, y junto a Leo y José, antiguos propietarios de Casa Puga, hermano fundador de la Santa Cena, tanto es así que la familia Martínez Moreno donó una de las jarras del palio de Fe y Caridad. En la misma línea cofrade el actual gerente Jose Ángel Pastor es cofrade de la Hermandad del Prendimiento.
En los días que comienzan, entre chicotá y chicotá, no dude en dejarse caer por Casa Puga, y feliz Semana Santa.
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