Deseo ser lo más objetivo posible, aun a sabiendas de que serlo del todo no lo es, si bien procuro analizar la realidad desde la razón enfriada.
Andalucía celebra hoy su día. Pero no, desde luego, el de su cumpleaños, pues nació el 30 de diciembre de 1981, cuando se promulgó su Estatuto de Autonomía.
Y ¿tiene Almería motivos para celebrar algo hoy? A mi juicio, no: a Almería, la metieran en Andalucía, contra su voluntad, manifestada por dos veces en referéndum, en el segundo de los cuales, de 20 de octubre de 1981, el del chanchullo apañado –ya depurados ¡qué manía! los censos-, sólo votó sí el 38’3% del censo, frente al 53’4% de media andaluza: 8.760 almerienses menos que en el famoso 28-F.
Y con manifiesta violación de la Constitución: “la anexión de Almería se produjo por una vía singular, trazada mediante el derribo calculado de las líneas fijadas en la Constitución” escribe Octavio Salazar, Profesor de Derecho Constitucional, en “La Conquista de la Autonomía” editado por el Parlamento de Andalucía.
Pese a ello, insisto, se metió, de hoz y coz, a Almería en una Andalucía a la que no deseaba pertenecer, pues era evidente que -¡tan lejana de Sevilla y de las Marismas!- sería marginada y que ésa Andalucía más que una locomotora sería –como es- un freno para nuestro desarrollo. Convendría que las jóvenes generaciones conociesen la historia real, no la especie de novela histórica que se difunde. ¿Por qué pasaron a autonomías uniprovinciales Murcia, La Rioja, Cantabria...?
No es de extrañar, claro, que hoy los almerienses, celebren el día de Ikea y aprovechen para estrenar la Autovía a Málaga.
Si mi apellido Romero es originario de Ubrique y el Miura de Sevilla, es claro que no puedo ser contrario a la esencia de Andalucía. Tanto que en 1971, recién casados, Anna María –que es italiana- y yo, con un Mini que teníamos –y que, ahora, es de Faustillo, para cuando crezca- hicimos un viaje por todo lo que se llamaba -pero no era legalmente- Andalucía, para que conociera su nueva tierra. Con la misma pasión que Ana Belén en “Derroche”, no dejamos lugar por recorrer y nos emocionaba sentir que estábamos viviendo nuestra tierra. Anna María y yo, entonces, éramos andaluces.
Pero, claro, más o menos diez años después, llegaron los políticos e hicieron lo que saben: crear problemas artificiales. Quienes más, nosotros, los de UCD, aunque también, al principio, el PSOE se opuso a la vía del artículo 151, so pretexto de que había que “racionalizar” el proceso autonómico. Alfonso Guerra, dijo: “Este carnaval de las autonomías, como se ha visto, era válido a corto plazo, pero nunca a medio y largo plazo. Este carnaval se ha cerrado con la cuaresma de las autonomías.” El Correo de Andalucía, de 20 de noviembre de 1979, le replicó: “sepa usted señor Guerra, y los políticos como usted, que Andalucía no paga traidores”
Y el catedrático Javier Pérez Royo ha escrito: “la dirección nacional [del PSOE] no jugó prácticamente ningún papel en la campaña del referéndum y se resistió durante buena parte de los ochenta a reconocer dicha autonomía”.
Empezaron, pues, los políticos a cantar a coro “Vamos a contar mentiras, tralará / por el monte las sardinas”, y se inventaron un nacionalismo andaluz inexistente, centralizado y uniformado de sevillano. Tan falso era que el propio Blas Infante, canonizado como Padre de la Patria andaluza, en su “Ideal Andaluz” decía: “La conciencia política de los andaluces es la gran asignatura pendiente que pasa inexorablemente una factura demasiado alta.” ¿La prueba? Que cuando en 2007 se votó la consideración de Andalucía como “realidad nacional”, sólo votó el 29’44% del censo, a pesar de que el Presidente Chaves dijese que ese concepto “nos vincula… con lo que representó el 28 de febrero...” El 18 de febrero de 2007 mandó a la historia al mítico 28-F y su fervor patriótico.
No existe homogeneidad, uniformidad en Andalucía: lo que la caracteriza es, precisamente, su diversidad esencial: “Andalucía es una fusión de contrarios”, sentencia brillantemente Antonio Gala.
En todos estos años Andalucía no ha integrado a Almería, que no ha tenido el protagonismo que su aportación a Andalucía requiere, sin duda, por falta de políticos capaces y reivindicativos: Martín Soler lo intentó, y acabó como acabó: ¿tiene Almería los mismos servicios que Sevilla; está Almería marginada en Andalucía; podemos ejercer los mismos derechos los almerienses que el resto de quienes legalmente son andaluces…?
No es verdad que las comparaciones sean odiosas. Lo odioso es dar lugar a que se puedan hacer las comparaciones.
Es evidente que Almería y los almerienses somos marginales en Andalucía: no nos ven siquiera.
¿Qué motivos hay para que hoy celebremos fiesta en Almería?
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/101392/almeria-tiene-algo-que-celebrar-hoy