La buena noticia es que se ha iniciado la cuenta atrás para la demolición de El Algarrobico, ese brutal insulto a la Creación. La mala, bueno, una de las malas, es que aquellos que teóricamente podrían contribuir notablemente a reparar en algo las devastaciones sufridas por el país durante el gobierno de Rajoy, los de Podemos, parecen ser los menos indicados para esa delicada tarea de recuperación, pues carecen, en la práctica, de delicadeza precisamente. Y quien dice de delicadeza, dice de refinamiento, de sabiduría, de sensatez, de pericia y de humildad.
El pacto PSOE-Ciudadanos es, ciertamente, una birria, o dos birrias, pues parecen dos pactos según si lo desgrana Sánchez o Rivera. La apertura del acuerdo hacia Podemos sería lo suyo en un país un poco normal, pues de la necesidad surgida de la fragmentación del voto podría extraerse la virtud de una verdadera Gran Coalición o gobierno de concentración nacional pos-PP: la derecha, representada por Ciudadanos, el centro por el PSOE, y la izquierda por Podemos y sus confluencias esas. Lamentablemente, España no es normal ni poco ni mucho, y en vez de fundamentar el "cambio" en esa insólita y necesaria alianza de circunstancias entre partidos de todo el arco ideológico por la consecución del bien común, se malbarata ese único activo, esa única posibilidad, a causa del más burdo sectarismo y de la estulticia más espesa.
También es verdad que el asunto catalán distorsiona, bien que innecesariamente fuera del círculo independentista, la música del baile, como también lo es que Podemos no es exactamente de izquierdas, por mucho que sí lo sean algunos de sus votantes. Es otra cosa, una cosa más comunista, más invasiva y excluyente, más dogmática y autoritaria, nada que ver con el republicanismo español, ni con el anarquismo blanco, ni con la socialdemocracia.
La buena noticia es que El Algarrobico, esa monstruosidad, tiene los días contados. La mala, que España sigue sin ser ni un poco normal.
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