Al calor de la chimenea

`Esos niños descalzos, ateridos de frío, jugando en medio de las vías del tren`

Kayros
01:00 • 19 mar. 2016

Sin el confort de la calefacción y poco amante de la estufa, paso las horas al calor de la lumbre hogareña.  Tener chimenea en estas viviendas playeras  con temperaturas  casi veraniegas  puede resultar una frivolidad pero os aseguro que es algo más , por lo que  a mí respecta. El primer   éxtasis del hombre primitivo viendo brotar la llama, debió resultar un espectáculo. De ese religioso estupor y de esa pánica alegría, yo debo haber heredado alguna chispa pues apenas cae la tarde y empieza a marcharse el sol, comienzo a poner leña bajo  la chimenea. La velada es más entretenida viendo danzar las llamas con sus vetas azuladas sobre las que silba el violín del viento en los tejados. Estos troncos que fueron quizá bosque o quizá simples árboles frutales  todavía parece que olieran recordándome  su origen. La chimenea es tertulia, reunión familiar, lugar del cuentacuentos. Imposible no recordar a nuestros abuelos que tantas historias  de bandidos, de piratas , de amores  contrariados nos dejaron mientras chisporroteaba la llama. Hoy son otras historias las que nos llaman la atención. Esa pobre gente atrapada entre el barro , el hambre y el desdén internacional. Esos niños descalzos, ateridos  de f río. jugando  en medio de las vías del tren. Nuestra conciencia parece increparnos como si fuera  quizá culpable de la situación. “Piececitos  de niño/ azulosos  de frío” cantaba la maternidad  frustrada de Gabriela Mistral. Quienes escribimos  todos los días sobre los más inconexos y peregrinos asuntos, solemos terminar la semana con ganas de evasión. Algo tan simple como calentarse las manos  al amor de la lumbre puede resultar  también un motivo de contrición. ¿Adónde   iremos que no seamos testigos de la injusticia del mundo? ¿ Quién puede llamarse inocente con las cosas que están ocurriendo  delante de nosotros? Hoy se diría que todo entra por la chimenea. Fuera silva el viento, llaman a la puerta, es un pakistaní del paro  que dice  tener diez hijos y la madre enferma  con  cáncer. Dios mío. En los periódicos tampoco  vemos resquicios de esperanza. Amenazas  de una nueva recesión mundial. Europa  reunida pero ausente de la tragedia de los refugiados.¡Por los cuernos de Don Friolera! Esta sardinita a la parrilla terminará por hacerme daño.







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