Por delante y por detrás

Antonio Jesús García ‘Che’
22:48 • 30 mar. 2016

La Escuela de Arte de Almería está instalada en un edificio histórico y bastante ecléctico, datado en la segunda mitad del siglo XIX y parte del XX. Con rasgos clasicistas y neogóticos, su claustro se remonta al antiguo convento de Santo Domingo, fundado en 1492 por los Reyes Católicos. Situado en pleno centro de la ciudad, el inmueble está dotado de dos accesos desde las plazas Virgen del Mar y Pablo Cazard. Siendo inicialmente la entrada principal la que se encuentra junto al Santuario, mientras que la otra lo es a partir del proyecto de agregación de segunda planta acometido en 1954 por el arquitecto Guillermo Langle.
Dicho proyecto incluía, según planos originales, coronando la entrada, un relieve con el escudo de la ciudad. Sin que al parecer se tenga constancia de cuándo ni por qué, éste se modifica y es sustituido por el del Águila de San Juan, cuyo uso fue instrumentalizado por el dictador Francisco Franco, que lo utilizó como uno de los símbolos de su régimen. Durante la Guerra Civil y tras influencias y presiones de Falange se designó como escudo representativo del bando sublevado y de su ideología. Llamado coloquialmente como el escudo del águila.
Otra cosa se le podrá discutir al señor del bigotillo, pero no su sentido la oportunidad. Aunque el escudo fuese popularizado por Isabel La Católica y ya había caído en desuso sobre 1580, al instaurarlo él, como si de un linaje real se tratase, legitima y emparenta directamente su régimen con los mismísimos Reyes Católicos. Incomprensiblemente en la actualidad, gracias a la desidia de las administraciones responsables e incumpliendo flagrantemente la Ley de Memoria Histórica, el pajarraco sigue presidiendo la entrada al edificio. 
Curiosamente en la misma plaza, justo enfrente de la entrada al centro, se encuentra la salida para visitantes de la Red de Refugios Subterráneos que había sido diseñada con anterioridad por el mismo arquitecto para la protección de la población civil durante los bombardeos.
Por lo que se da la paradoja de que el águila en la fachada, cual ave rapaz en un punto prominente, parece observar el entorno esperando el momento de lanzarse sobre su presa: los visitantes de los refugios, como si de una reminiscencia de los aparatos de la aviación rebelde se tratase.
Respecto a las teorías que argumentan que este tipo de símbolos no se deben de tocar por ser algo intrínseco a su época y al edificio en el que se encuentran, hay que aclarar que no es de recibo valorar la obra por la pegatina de la fachada. Es como si dentro de cincuenta años alguien argumentase que no se pueden retirar de las fachadas de los institutos los metacrilatos verdes y blancos de la Junta de Andalucía.







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