A veces tengo la sensación de que el interés de la opinión pública almeriense es tan voluble como el ánimo de la mujer retratada por Verdi en Rigoletto, y que también muta de acento y de manera de pensar según se le pone en el moño. Por ejemplo, ahora todo el mundo habla de la Estación y su decaído presente, ensalzando su esplendoroso pasado ferroviario, especulando sobre su hipotético futuro y aprovechando la ocasión para largarle un viaje -de muchas horas- al gobierno. Nada nuevo para los que tengan una cierta edad y algo de memoria. Lo que quiero decir es que en Almería somos muy dados a concentrar nuestro interés en un asunto, ignorando algunos otros que, curiosamente, tienen la misma base argumental. Por ejemplo ahora hay mucha gente preocupada por la Estación y exigiendo a quien corresponda la adopción de medidas para su “puesta en valor”. Perfecto. ¿Pero han visto alguna referencia al Cable Inglés? Existen diferencias, me dirán ustedes. Y claro que las hay. De entrada, la Estación no es Bien de Interés Cultural y el Cargadero de Mineral sí fue declarado BIC por la Junta de Andalucía. En buena lógica, los mismos que quieren que la Estación se rehabilite y recupere porque forma parte de nuestra memoria colectiva, bla-bla-bla, deberían mostrar algún interés por la rehabilitación de este otro elemento histórico. Pero no. Cual pluma al viento, señalemos que en septiembre de 2001 la Junta ya anunció el inicio de la rehabilitación del Cable para “uso cultural y recreativo como mirador sobre la ciudad”. ¿Serían tan amables de recordar a los señores de Sevilla que llevamos ya quince años esperando a que terminen de arreglarlo? Lo digo para que no pase como con el Toblerone, que pasó dos décadas de óxido e invisibilidad hasta que la propietaria anunció que iba a tirarlo. Entonces todo el mundo descubrió su arrebatadora belleza.
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