Los andamios para las esperadas obras de rehabilitación han llegado antes que el anunciado y simbólico abrazo que la Mesa del Ferrocarril quiere dar mañana a la abandonada y maltratada Estación. Y esto es una doble buena noticia, pues anticipando el arrumaco colectivo de los concienciados defensores del patrimonio ferroviario almeriense, el sostén ortopédico del andamiaje ofrece ahora un territorio ideal para el afianzamiento de los valores de conservación de esta irrenunciable joya de la historia moderna de Almería. Pero como quiera que la farragosa concentración de tubos, tableros y vallas podría entorpecer o enmascarar el entrañable gesto del achuchón testimonial al edificio, quizás (es una posibilidad carente de tono prescriptivo) no sería mala cosa convertir el abrazo en cadena de amor solidario sobre otro elemento fundamental de la historia ferroviaria almeriense: el cercano y también olvidado Cable Inglés. Ambas construcciones explican bien lo que supuso para Almería la llegada del ferrocarril y forman parte de la geografía sentimental de varias generaciones. Sorprende el torrente de cariño e interés que se derrama sobre la Estación y el manto de espeso y oxidado silencio que se abate sobre el Cable. Especialmente si tenemos en cuenta que, aunque ambos sufren similares niveles de desatención, el Cargadero es oficialmente Bien de Interés Cultural mientras que la bellísima Estación no. Doctores tiene la Iglesia y no seré yo el que se atreva a indicar a nadie el modo en que deben mostrar su preocupación por el legado ferroviario. Lo que sí sé es que con esa cadena humana podrían poner en su sitio –que no es otro que el descrédito- a todos esos insensatos que, desde la sociedad incivil, sostienen que la Mesa del Ferrocarril es brava y eficaz en el cuerpo a cuerpo con el Gobierno, pero luego guarda las distancias cuando se trata de exigir cosas a la Junta.
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