No es necesario ver toda la escalera. Basta con subir el primer peldaño. La frase no es mía, sino del bueno de Martin Luther King, al que me atrevo a sacar de paseo ahora para que él también se sume al abrazo que la sociedad almeriense acaba de dar a la vieja y abandonada Estación de Ferrocarril. Y lo que vale para un peldaño digo yo que valdrá también para un andamio, pues no parece posible culminar la necesaria y esperada rehabilitación del edificio sin dar el primer paso de consolidar y limpiar su exterior. Bueno, pues no. Aquí estamos más por la culminación explosiva directa, sin preliminares. Menos mal que en Almería contamos con el reparto habitual de deontólogos de guardia, que ya han corrido a explicar a los almerienses que los andamios que ha colocado ADIF no son el primer escalón de un proyecto largamente esperado, sino una siniestra estructura molecular de engañifa electoral. Pero me llena de curiosidad saber de qué modo habrían quedado satisfechas las expectativas de este vigilante colectivo o qué otra cosa diferente puede marcar el inicio de una restauración arquitectónica. Ya digo que no lo sé, pero sí que tengo la seguridad de que todos los que ahora mascullan y escriben y se lamentan de la colocación de los andamios son los mismos –pero los mismos- que cuando se les invita a que denuncien ante la Junta el abandono que tiene el viejo Cable Inglés, guardan más silencio que cien gramos de guano de paloma. No falla. Mudos como gárgolas cuando se trata de recordar a la Junta del PSOE de Andalucía las muchas estaciones que aún tiene su vía crucis con Almería, y fieros como una hidra de siete cabezas cuando se trata de zurrarle al gobierno del PP. ¿De qué nos vamos a extrañar? Desde lo alto de los andamios que –por fin- abrazan la Estación, treinta años de sumisión y clientelismo con Sevilla nos contemplan. Normal que las palomas se caguen encima.
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