El tiempo no se lleva bien con los recuerdos, menos aún con la Historia. Algunas situaciones políticas no muy lejanas se enjuician hoy de forma muy diferente a cuando eran portada habitual en los diarios mundiales.
El sacrificio de piezas en la estrategia internacional de alianzas durante la Guerra Fría, lejos de las fronteras de los principales contendientes, permitió asegurarse durante décadas a las dos grandes superpotencias, Estados Unidos y la URSS, un cierto control de su política interior. Una paz inestable, cierto, pero que salvaguardaba la propia integridad territorial y que, a la vez, permitía a los gobiernos en contienda reforzarse a costa del demonizar la forma de vida del oponente. El riesgo de esos “juegos de guerra” fue extremo, pues los efectos de un conflicto podrían haber sido definitivos.
Sin embargo, el período de mayor tensión vivido por el ser humano como especie, el que podría haberle abocado a su extinción, es estudiado hoy día con nostalgia por politólogos y analistas de defensa.
La visión apocalíptica sobre una inminente hecatombe mundial, que polarizó la geoestrategia militar durante décadas, es vista, en perspectiva, como una mera partida de ajedrez de alcance global que por la propia dinámica del juego permitía preservar los intereses mutuos sin culminar un choque frontal y definitivo.
En el escenario actual, aquella tensión permanente entre las dos grandes naciones en conflicto se estima más controlada y de desenlace menos inminente de lo que la población percibía en aquel momento. La mutua destrucción que aseguraba el arsenal nuclear de ambas potencias les animaba a jugar sus bazas pensando más en la posibilidad de tablas que en la de un mutuo jaque mate, lo que promovía un cierto equilibrio que algunos analistas de defensa echan en falta hoy día.
La sociedad del riesgo global y de los cambios acelerados, con juegos de partidas múltiples y contendientes difusos, fomenta amenazas menos localizadas y más cercanas, más imprevisibles. Estos mismos analistas que añoran ese equilibrio inestable vaticinan con alivio, y con el permiso de China, una vuelta a la Guerra Fría de las dos superpotencias, intentando posicionarse de nuevo en el tablero mundial.
Las tensiones crecientes entre ambas, con los desplazamientos de fronteras en Ucrania, las maniobras de acercamiento de Putin en la crisis de Grecia o los apoyos militares en Siria parecen ir en esta línea. Se está gestando un nuevo escenario en el que algunos actores quieren recuperar el protagonismo perdido.
En la geoestrategia mundial actual, sin embargo, con multitud de fricciones entre países con armamento nuclear, el desenlace de esta pugna podría ser diferente. Este es el caso de las tensiones fronterizas en Oriente Medio, entre las dos Coreas o entre India y Pakistan. En esta tesitura, parece imprescindible que Europa vaya asumiendo mayores responsabilidades en la política internacional y que se postule como un factor de equilibrio mundial que evite una vuelta a aquella situación límite.
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