Los lenguajes camuflados

Kayros
01:00 • 16 jun. 2016

Una campaña electoral que se repite dos veces en pocos meses debería ser una estupenda ocasión para hacer bandera de la claridad llamando a las cosas por su nombre. Por ejemplo, debería saberse ya de una vez por todas, por qué el PP tiene dentro de sí tanta corrupción, por qué la clase obrera no vota en masa al PSOE después de ciento treinta y siete años del verdadero socialismo de Pablo Iglesias ( el de entonces) o por qué dos gerentes de la fundación Francisco Franco quieren ahora avalar con sus fincas a Mario Conde. Son cuestiones importantes que, ya digo. deberían estar hace tiempo aclaradas. Sin embargo no es fácil porque los lenguajes tienen dos caras, como las monedas antiguas: la  que da al significado y la que se roza con el significante. Los portavoces de los partidos, a pesar de estar ahí para informar al lector, tampoco cumplen plenamente bien con su oficio. Veamos cómo define Rafael Hernando a los tres candidatos que luchan contra  Rajoy, Pablo iglesias sería una “Heidi con coleta”. Pedro Sánchez aparece cualificado como un “zombi”. Y Albert Rivera es “la veleta”, Supongo que se querrá aludir a su plasticidad   para el cambio. Con este lenguaje críptico y lleno de signos lo que se transmite al lector es un desprecio por la claridad pero en modo alguno vale para explicar la actual situación española. Dicen que a Rajoy le han recomendado que no hable mucho delante del pueblo porque como es una figura tan carismática, cuando  suelta el párrafazo entre la gente de mas 5O años, sube el pan. Aun así a veces se le escapa la metáfora con gracejo gallego como cuando llama “cenizos” a todos aquellos que no   aplauden los maravillosos cuatro años de su mandato. “Cenizos” es una palabra que apenas aparece en el diccionario. Solo en el de   la Real Academia hay una nota final, ampliación del concepto ceniza, que dice así: “Cenizos” sería seudónimo de aguafiestas, persona que tiene mucha mala sombra o que  atrae a las sombras. En este plan parece  acertado no asistir a los mítines y aprovechar el tiempo para tomar helados en algún  kiosko de derechas. Qué pena que se tengan que movilizar tantas personas, tantas pancartas y tanto dinero para luego escuchar   bobadas en la calle que nos dejan como estábamos hace cuatro años.







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