Lo preocupante no es que Podemos se convierta en la segunda fuerza política si logra el número de votos y escaños necesarios para ello, sino que haya tanta gente que se crea a Pablo Iglesias. No lo que dice, sino a él. Se entendería si fuera un buen simulador, pero es que no disimula en absoluto su ferviente querencia por la impostura. Lo mismo es que cinco o seis millones de españoles han leído últimamente "El Príncipe" de Maquiavelo y les ha gustado tanto que quieren hacer con él una "performance" al estilo de La Fura dels Baus para sus vidas.
Ahora bien; si preocupante es que tan abultado número de compatriotas encuentren en Iglesias algún parecido con Allende, o que crean que la independencia de los jueces se logra con el sometimiento de éstos a las órdenes de Monedero, también lo es que el partido que tantas sevicias ha propinado a España y a los españoles en los últimos años, el Partido Popular, vaya a quedar no como segundo, sino como ganador de las elecciones. Libres somos, sin duda, para votar a quien nos de la gana, pero a uno le gustaría seguir siéndolo también para pasmarse ante el sentido de ese voto mayoritario que al parecer suscita la pinza PP-Podemos, y para deplorarlo vivamente. Un Sánchez taciturno y limitadísimo, y un Rivera que para no decir nada habla por los codos, no le ayudan a uno, bien es verdad, a preocuparse ni a pasmarse algo menos, aunque sí a deplorar más si cabe la menesterosidad de las ofertas políticas que se nos brindan.
Sin embargo, lo del ascenso de Podemos inquieta particularmente por una razón poderosa: la asimetría brutal entre sus votantes y sus dirigentes. La mayoría de los primeros, me consta, son gente joven, rebeldes con causa, animados de santa ira ante la injusticia, soñadores de un mundo mejor y sedientos de dignidad y futuro, en tanto que la mayoría de los dirigentes son eso que vemos que son, eso que canta tanto que son, yonquis del poder por el poder como el tardo-hippie Benavides era un yonqui del dinero.
Quedan unos días para que se consume el dislate: primero, el PP; segundo, Unidos Podemos. La cordura, en último lugar.
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