Rajoy no ha hecho otra cosa, desde las elecciones de junio, que esperar el sí de los niños. De los niños, porque como tales se han venido conduciendo los políticos desde las de diciembre. Pues bien, ya tiene el primero, el primer sí de los niños, y, como no podía ser de otra forma, se trata del sí de Rivera.
Rivera, que se había abonado al mantra de endilgarle el marrón al PSOE mientras él mismo anunciaba lo mismo que Sánchez, un no de entrada a la investidura de Rajoy, ha debido reparar en el dislate y, sobre todo, en que mientras los socialistas pueden permitirse ese no, Ciudadanos no puede, a menos que, perdida ya su función de partido-bisagra, quisiera perder también la de partido.
Derecha, como madre, sólo hay una, de suerte que el niño un poco díscolo, o que juega a serlo, no quiere que se le haga más tarde y se dirige a la casa familiar con su sí y con sus condiciones facilitas, para justificarlo.
De otros niños, que parecen haber ido madurando en los últimos meses, los del PSOE, no puede esperar Rajoy el sí, lo que no es óbice para que alguno se ponga malo el día de la sesión de investidura. Si fuera diputado Felipe González, que siempre fue un poco de Ciudadanos aun desde antes de que éste existiera, su sí lo tendría asegurado, como el de Corcuera, el de Leguina, o el de Fernández Vara, pero los que hoy vivaquean en el caserón de la Carrera de San Jerónimo son otros y no tienen la menor intención de emitir, con la abstención en la investidura de Rajoy, que sería un sí en toda regla, su acta de defunción.
Quedan aún algunos flecos, pero el sí de los niños que le permiten arrancar confortablemente ya los tiene Mariano Rajoy.
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