Justo cuando están a punto de cumplirse 25 años de la creación del Centro Andaluz de la Fotografía, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía anuncia el inesperado y sorprendente cese de Pablo Juliá, director del centro. Al ser un puesto de los denominados de libre designación las objeciones o aplausos ante tal decisión, imagino, irán en función de las filias o fobias que cada uno albergue respecto al señor Juliá.En plena Guerra Fría y tras la crisis de los misiles cubanos, el miedo a una guerra nuclear era mas que palpable entre la sociedad estadounidense, y cómo no, el genial director se hizo eco de ello.
Lo realmente y sorprendente del caso es, al parecer, la intención de la Consejería de no designar a otra persona para su puesto. Extraña circunstancia ésta que los agoreros aprovechan para no vaticinar otra cosa que el cierre de la institución, haciendo saltar rápidamente las alarmas entre el ámbito cultural y fotográfico de la ciudad, al tiempo que el oscurantismo de la Consejería no ayuda a aclarar la situación.
Es más, la experiencia insta a la preocupación, pues no es la primera vez que por motivos culturales, económicos o vaya a saber usted cuales, las instituciones son descabezadas y sumidas en la dejadez. El fotógrafo José María Mellado, en una atinada carta abierta, insta a la Consejería a reflexionar ante lo que supondría semejante torpeza.
Las instituciones, los museos, tienen que funcionar con un proyecto, una cabeza visible a quien atribuir los éxitos, o los fracasos, de la gestión. Vicent Todolí fue el encargado poner en marcha el Institut Valencià d’Art Modern, IVAM, cuyo éxito de gestión le llevó, casi contra su voluntad, a coger las riendas de la Tate Modern Gallery. A pesar de los recortes que ha tenido que asumir durante su mandato, el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, no ha dejado de ofrecer una sólida y consistente programación. Sin duda alguna el CAF es la institución cultural más prestigiosa que existe en la provincia y su éxito está directamente ligado a la labor de, hasta ahora, dos directores: Manuel Falces, un visionario con el que la sociedad siempre estará en deuda, y Pablo Juliá, continuador del proyecto y que ha seguido ofreciendo continuas exposiciones de máximo nivel nacional e internacional a pesar de las adversidades.
Resulta totalmente inverosímil que un centro pionero y único en el estado español y que debía estar preparando orgullosamente, con el señor Juliá a la cabeza, los fastos de sus bodas de plata se encuentre convulsionado por semejante tropelía.
En vista a lo dados que somos a encontrar culpables siempre lejos de nuestras fronteras, cabría preguntarse por qué los políticos locales han consentido, año tras año, la paulatina reducción de presupuesto de funcionamiento del CAF hasta reducirse a cifras prácticamente irrisorias sin decir esta boca es mía.
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