No sólo el apellido y el billete de vuelta es lo que han tenido en común los portavoces parlamentarios del PSOE y del PP durante estos meses de bloqueo político en España. Cada uno desde su propio estilo y dentro de los límites que la propia tradición discursiva y política de sus formaciones les recomendaba, han actuado como vehementes defensores de las posiciones partidarias oficiales en una bravuconada casi constante, rehenes de la estrategia de confrontación e intransigencia que sus partidos tenían por la adecuada. Uno, Antonio, encerrado en la nada política del “No es No” que se instala más en la visceralidad improductiva del idealismo podemita que en la praxis que aconsejaba no sólo la realidad política, sino también la aritmética. El otro, Rafael, instalado en su interpretación chabacana e hiriente del sentido común marianista que hace las delicias de esos hombres que, palillo en boca, se recolocan los pantalones en un bar de barrio tras pegar un puñetazo en la barra e invitar a una ronda a quién allí se encuentre. Ambos, decididos a convencer a los convencidos de lo bueno de su convencimiento. Sin embargo, sendos portavoces se encuentran ahora con que la lógica política de sus partidos discurre por otros derroteros totalmente distintos. Están condenados a entenderse, al menos en las próximas semanas. Por ello, la catarsis discursiva de ambos debería ser inevitable, y el sesgo partidista del que han hecho gala hasta ahora totalmente prescindible.
No va a ser fácil. Y si no que se lo digan al portavoz popular, que el otro día salió del Congreso exigiendo condiciones al PSOE como el que sigue pidiendo copas en una discoteca sin enterarse de que la fiesta ya ha acabado: tuvo que salir Mariano a explicarle que ya no eran horas. El socialista lo entendió enseguida: primero no posicionándose públicamente en torno al guirigay de Ferraz y, segundo, aceptando seguir de portavoz para la defensa de la abstención no sin antes santiguarse mas de media docena de veces para que la pena de hemeroteca no le quite el sueño demasiadas noches. La conformación de un gobierno y el porvenir político de ambos , que va desde una eventual cartera ministerial -en el caso del popular- hasta su propia supervivencia política -en el caso del socialista- dependerá, en buena medida, de su cintura política y de su capacidad para reinventarse en una atmósfera política bronca que ellos mismos contribuyeron a crear.
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