Odio las autocaravanas, les tengo una tirria que para qué. No es un resentimiento tolerable y simpático como el que se necesita para meterse con Rajoy en una sesuda columna de opinión de un periódico, no, ni pensarlo, mi autorrencor es antiguo y telúrico, probablemente se remonte a esa época de la prehistoria en la que los nómadas y los agricultores pugnaban por un espacio vital. Laura y yo descendemos de agricultores, sin autocaravana, eso fijo. Quizás toda esta inquina haya ido creciendo porque esos vehículos son propiedad de gente que tiene 60 mil euros para comprarlos y yo no —no hablo de las furgonetas hippies—. Me da mala leche porque me parece incomprensible que alguien que tenga ese dinero para adquirir y mantener una, no tenga 50 euros para aparcarlas en un camping o dormir en un hotel, gente que para evitar tan ridículo desembolso en su holgada economía, busque escondites donde pasar la noche agazapados en su avaricia dentro de su autocaravana, satisfechos de lo que se han ahorrado hoy. Son adinerados tacaños que se escudan en un falso ecologismo, me da igual la edad que tengan, aunque a menudo son viejunos, los tengo calados. Los dueños de las autocaravanas —sean jubilados o no, sean alemanes o no, las hayan alquilado por 120 euros el día o no—son falsos pobres que vienen a nuestro Parque Natural de Cabo de Gata amparándose en la dejación de funciones de nuestros políticos que, al no legislar al respecto, les permiten ensuciar impunemente nuestras playas, mear en la playa de La Fabriquilla a las 7:00 de la mañana sin pagar ni un euro y sin dejar ingresos que puedan revertir en la conservación del espacio que ellos mismos marranean y disfrutan, que los he visto yo cuando voy con mi kayak a pescar cuatro caballas y tres jurelas a esas horas a las que ni los más tontos se levantan, a no ser que seas un pescador o un rico con autocaravana que no quiere ensuciar su váter químico. Dejen de mear en la playa, señores ¿no tienen un váter última generación? pues úsenlo, joder, perdón, úsenlo, cáspita. Y ustedes, señores políticos, ¿no tienen la capacidad de legislar? pues háganlo, por dios, que para eso los hemos elegido.
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