¡Dios cómo llueve! Ríos desbordados, carreteras cortadas, casas anegadas. Nos hemos tirado todo el año hablando de la sequía y sus nefastas consecuencias. Pues bien, aquí tendríamos la respuesta irónicamente contraria. Además, la gente como yo que por necesidad ve mucho la televisión no sale de su asombro al ver cómo baja el agua por las escaleras de los hospitales. A este paso podemos ir un día a urgencias y ver salir al ministro de Sanidad en barcaza escaleras abajo. El hospital clínico de Valencia, la Paz de Madrid y el Ramón y Cajal también de Madrid han salido en casi todas las informaciones como ejemplos típicos del desastre sanitario. Tenían mucha razón los médicos y enfermeros que salieron meses pasados a manifestarse por las calles españolas. Techos que se caen, salas de cardiología húmedas y sucias, pasillos peligrosos. Podríamos llamar a este desmadre sanitario la venganza de los ríos que parece como si se hubieran puesto de pie para salir por lo prohibido. Menos mal que ya no tenemos al Gobierno en funciones. De lo contrario hubieran dicho que a ellos esta desidia administrativa no les incumbe. Y como no podía ser de otra manera, los tertulianos han repetido el viejo argumento de que la derecha no tiene interés por lo público, con hospitales cochambrosos, con escuelas de tercer mundo, con míseros barracones a quien se favorece es a lo privado de donde salen casi siempre los vicesubsecretarios que luego colman los buenos cargos. Estamos todos los días oyendo hablar del estado de nuestra sanidad y nunca comprendemos pajote anegados en la facundia inútil de tanto enviado del partido. Mira por donde la lluvia que nunca fue a la escuela ni hizo cursos de captación de votos nos lo ha explicado mucho mejor. Un hospital donde llueve y baja el agua del techo es una calamidad pública indigna de llamarse así. Con tanto recorte, nunca hay dinero para repasar los edificios por muy recientes que sean y si encima lo atribuyen todo a la herencia recibida para salvar la conciencia, pues apaga y vámonos. No sé cómo quedará frente a los que vienen de fuera la idea de que tenemos la mejor sanidad pública del mundo. Pésima propaganda cuando se enteren de que llueve en nuestros edificios sanitarios de más renombre y que algunas dependencias regentadas por doctores famosos son un vertedero.
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