Hay gente que se siente molesta porque las cosas cambien. Para ella “el todo se muda” del filósofo griego está demás. A lo sumo son condescendientes con algunos fenómenos de la naturaleza. Les parece bien por tanto que la lluvia caiga para abajo o que el viento se oculte sin decirnos dónde se mete, como preguntaba aquel niño de pueblo. Hay gente cuya filosofía vital no se aleja demasiado de la cuarteta de Quevedo: “Si lloviere/habrá lodos/ y los hombres al correr/ echarán atrás los codos”. No estuvo muy fino el alcalde de Alcorcón cuando la emprendió contra las feministas llamándolas peligrosas, amargadas, y rabiosas. ¿En qué período de la historia vive este dinosauro? No es la primera vez que al PP le brota un fósil sin enterrar, un anacronismo humano que por circunstancias educativas o de otro signo todavía traspasa las edades geológicas y sigue aquí vivito y coleando. ¿Recuerdan al gallego Baltar, aficionado al trombón y al derecho hereditario para ofrecerle a su hijo el mando de la Diputación? ¿Recuerdan al Fabra de Castellón, señor de todo lo que se mueve y vuela, engendrador de un aeropuerto inútil y de una estatua más inútil todavía? Parece que el partido no acaba desprenderse de ellos como si ignorase en qué tiempo vivimos. Del alcalde de Alcorcón no podemos decir que sea viejo. Sin embargo tiene tan bien asumido su machismo convulsivo que no tiene ni idea de la revolución que se está produciendo en la mujer desde que ésta va a la universidad y supera en calificaciones a los hombres. Es cierto que aún persiste la brecha salarial y que los empresarios prefieren todavía la mano de obra masculina para dirigir sus empresas, pero todo se andará ante la velocidad que lleva el movimiento igualitario en la sociedad del conocimiento. De todo esto no parece tener ni idea el alcalde de Alcorcón y tampoco es extraño que hayan pedido su dimisión no solo los partidos de izquierdas sino los de su propio Ayuntamiento. Puede que alguien haya torcido el significado de sus palabras, pero los tres adjetivos infamantes, arriba citadod, suponiendo que sean suyos, no dejan lugar a dudas. Este lenguaje ya no se lleva en ningún sitio donde esté instalada la Constitución democrática como no sea en alguna reserva de antes de la guerra con olor a discriminación y caspa.
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