Tengo en mi mesa de trabajo una fotografía, que creo que está arrasando en las redes. Data, me parece, del pasado mes de mayo. Es una 'cumbre' en la que aparecen Barack Obama, Manuel Valls, Matteo Renzi, David Cameron y Angela Merkel. Todos ellos, menos la canciller alemana, han experimentado bruscas sacudidas en sus trayectorias políticas. Obama deja la presidencia en enero; Cameron ya es historia tras el referéndum sobre el Brexit; Valls habrá de presentarse, con escaso éxito según las encuestas, a las presidenciales francesas tras el anuncio de retirada de Hollande. Y Renzi, Renzi es la historia lamentable de otro descalabro 'a lo Cameron'. Sic transit gloria mundi, vanidad de vanidades, todo es vanidad: cuatro de las cinco personas con mayor poder en el mundo ya han transitado hacia el anonimato, son historia. Lo peor no es eso: lo peor es que han sido, están siendo o van a ser sustituidos por gentes mucho menos confiables que ellos, con todos los errores que ellos hayan podido cometer. Volved, que os perdonamos, diríamos, si ese retorno fuese ya posible, que no lo es. Sí, el mundo está cambiando, y a algunos nos parece que corremos el riesgo de que ese cambio, tal y como vienen las cosas planteadas, sea a peor. Peor es la señora May que David Cameron, y peor esa salida de Gran Bretaña de la Union Europea que a la 'premier' del Reino no tan Unido le toca gestionar. Peor, mchísimo peor, es Donald Trump que Obama, dónde vamos a ir a parar. Peor será la 'solución a la francesa' ante las elecciones de mayo en el país vecino (sí; a mí no me convence Fillon, que es un sucedáneo de Marine Le Pen, un poco más mesurado y civilizado, eso sí. Pero su hipotética llegada al Elíseo tiene partida en dos a Francia). Y, por supuesto, peor, bastante peor, será lo que venga después de Renzi, ya se trate del caricato Grillo o de soluciones (¿?) populistas que contasen, por increíble que pueda parecer, con Berlusconi, ese anciano burlanga que se niega a serlo (anciano, digo, no burlanga). Así que siempre nos quedará, al menos, la democristiana Merkel. La sólida, sensata, moderada Merkel. Que, en las elecciones que afronta el año próximo, contará sin duda con el respaldo de los socialdemócratas germanos para garantizar la estabilidad del país, que es la de esta Europa que tiembla ante la sucesión de golpes, ante el acoso de los xenófobos extremistas. Bueno, y queda, ya casi como vicedecano en el club de mandatarios europeos, Mariano Rajoy, que va a por su sexto año en el palacio presidencial al que llegó con mayoría absoluta en noviembre de 2011 y que allí sigue, ahora en minoría, apoyado desde la oposición por socialistas y centristas de Ciudadanos, que no se pueden permitir un nuevo golpe en unas elecciones si el Gobierno Rajoy cayera. Así que ahí está él, Mariano Rajoy Brey, más fuerte que nunca en su debilidad, amigo de la decana Merkel y, quién se lo iba a decir, faro de referencia para algunos de sus colegas en la UE, que se preguntan cómo lo hace para permanecer ahí, y encima dando la sensación de que apenas se mueve para lograrlo.
Mientras, ¿qué quedó de la alternativa euro-socialdemócrata? ¿Qué se hizo, ahora que hablamos de fotografías, de aquella imagen de las tres jóvenes promesas del socialismo en el Viejo Continente, animadamente reunidos, camisas blancas y jeans, en un mitin conjunto en Italia? Pues de los tres, dos, Renzi y Pedro Sánchez, han quedado liquidados. Jóvenes, bien parecidos, tan seguros de sí mismos que se hubiera dicho que se creían eternos. Queda, menos estatura y menos apuesto, Valls, el franco-catalán que aspira a la Presidencia de la República Francesa, aunque las encuestas le den como claro perdedor frente al derechista Fillon. Europa ha dado un claro giro a la derecha, haya ocurrido lo que haya ocurrido en Austria, que no es potencia decisiva. Y muchos europeos, que no supieron defender en las urnas aquello en lo que creían, aquello a lo que aspiraban, se han quedado como huérfanos. Y de Estados Unidos, mejor ni hablamos. Para qué.
Y, mire usted por dónde, reflexionaba uno en las últimas horas, en España se haría precisa una reforma constitucional no muy diferente a la que planteaba Renzi. Pero habrá de hacerse por consenso, sin aventuras personalistas que ya ve usted cómo acaban. Bueno, es la hora de la reflexión y de repasar en qué nos hemos equivocado todos, Renzi, Cameron, Sánchez, Hollande -él ya ha sacado las consecuencias pertinentes- los primeros. A ver, ¿quién sigue?.
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