Monseñor Justo Mullor García nació el 8 de mayo de 1932. Recibió sepultura este miércoles en la catedral de Almería, junto a los restos de su madre, como deseaba. Era hijo de una joven pareja de Enix, Modesto Mullor Amat y Catalina García Gutiérrez. Su padre, peón caminero, era trasladado frecuentemente de provincia. Fue durante la estancia en Los Villares (Jaén) cuando Justo nació. La vida familiar se vio truncada en 1940 cuando el capitán Modesto Mullor fue fusilado en Valencia por sentencia de un tribunal militar franquista. Al iniciarse la Guerra Civil era dirigente de Izquierda Republicana y realizó labores de espionaje en el cuartel de la Guardia Civil. Miliciano escopetero, ingresó en el ejército republicano e intervendría en las operaciones realizadas en Toledo y en el Jarama (véase ‘Izquierda Republicana en la provincia de Jaén (1934-1939)’, de María del Carmen Checa Godoy).
La madre y el único hijo, en la completa indigencia, volvieron a su provincia de origen. Catalina era una hábil modista y, afortunadamente, recibió el amparo de algunas familias pudientes de Almería, que no solo consiguieron que la familia sobreviviera dignamente, sino que hicieron uso de sus influencias para que el niño ingresara en el seminario San Indalecio de Almería. Una de esas familias era la del director del Manicomio, el liberal José Arigo, fundador durante la República de la Asociación Democrática de Médicos Almerienses. Al joven Justo durante muchos años le ocultaron las circunstancias de la muerte de su padre. Su madre, que murió en 1987, en Ginebra, donde estaba su hijo, nunca se acogió a las compensaciones de la democracia a las viudas de los militares represaliados por la dictadura.
Viaje a Roma Es el obispo Alfonso Ródenas quien pronto vislumbra en aquel espabilado muchacho a un servidor de Cristo con un futuro prometedor. Lo envía a Roma para doctorarse en la Universidad Gregoriana. El cardenal Antonio Samoré lo ordena sacerdote el 8 de diciembre de 1954. Tres años más tarde ingresa en la Pontificia Academia Eclesiástica, la elitista escuela donde se forman los futuros diplomáticos del Vaticano, que posteriormente dirigiría. En 1967 Justo Mullor inicia una vida dedicada a la representación de la iglesia en diferentes países y ante organizaciones internacionales. Pasa por las nunciaturas de Bélgica y Lisboa hasta que en 1975 es nombrado observador permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa. En 1979 es nombrado nuncio en Costa de Marfil, Burkina Fasso y Níger y, tras ser observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas en Ginebra, en1991 es nombrado nuncio apostólico en Estonia, Letonia y Lituania.
En 1997 Juan Pablo II le encarga la misión más comprometida de su vida: nuncio apostólico en México. Las relaciones Iglesia-Estado, rotas durante 130 años, están más que deterioradas. Su antecesor, Prigione Pozzi, obedece más al poder mexicano que al eclesiástico. Y, sobre todo, se encuentra con el “Caso Maciel”, un espinoso asunto. Cada vez son más los rumores de que el fundador de la Legión de Cristo, el sacerdote Marcial Maciel Degollado (1920-2008), es no solo un pederasta, sino también un corrupto y un empedernido putero. El tiempo demostraría que era eso y mucho más.
Marcial Maciel lleva desde joven una dobla vida. Inicia en 1936, con quince años, su carrera sacerdotal. Funda en Veracruz, con 20 años, la Legión de Cristo, una institución que hoy cuenta con 600 sacerdotes y 3.000 seminaristas. En 1950 instaura el Centro de Estudios Superiores de la Legión de Cristo en Roma. Pablo VI, en 1965, concede a la congregación el “Decreto de Alabanza”, por lo que la obra de Maciel es plenamente reconocida en el derecho universal de la Iglesia Católica. Juan Pablo II lo convierte en uno de sus hombres de confianza. En 1991 la Legión de Cristo celebra su 50 aniversario con la ordenación por el papa de 60 sacerdotes legionarios en la Basílica de San Pedro. El 26 de noviembre de 1994 Maciel celebra sus cincuenta años sacerdotales y Juan Pablo II le envía una efusiva carta de felicitación. Iba para santo.
Paralelamente a esta celebridad eclesiástica se extienden con mayor intensidad los rumores de que Maciel lleva una doble vida; una de santidad, dedicada a su poderosa Obra, y otra de lo peor de lo que se puede acusar a un clérigo: corrupto, extorsionador, pederasta, estafador, acumulador de fortunas, pedófilo, procreador… Hoy son siete los hijos conocidos: su hija Norma, tres hijos en México –Omar, José, Christian González Lara–, uno en Inglaterra –Kevin–, otra en Suiza –que murió en un accidente de coche cuando iba a buscarle al aeropuerto– y otro en Colombia, aunque no se conoce su identidad. Ninguno sabía que su padre era sacerdote. La Legión de Cristo sólo reconoce a Norma Hilda Rivas, nacida en Acapulco y residente en Madrid, que es declarada la heredera universal de una fortuna valorada en decenas de millones de euros. Norma ha recibido al menos un piso de 327 metros cuadrados en Conde de Orgaz (Madrid), otra vivienda en el mismo edificio, varios pisos en las Torres Colón, que adquirió por valor de 90.000 euros cada uno, un palacete en Sevilla y una caja fuerte en el Banco Santander con 50 kilos de joyas, según ‘El Mundo’.
Llegada a México ¿Cómo nadie se da cuenta de esta doble personalidad de Maciel? Los encubridores se cuentan por decenas. Monseñor Justo Mullor recala en México en 1997. Los rumores que le llegan de la vida de Maciel son tan disparatados que no les puede dar crédito. Hasta que un día recibe la llamada de ocho ex sacerdotes legionarios para entregarle una carta en la que acusan a Maciel de haber abusado sexualmente de ellos en la década de los años cincuenta, cuando eran seminaristas. Denuncian que ni la congregación ni otros miembros de la jerarquía católica les había atendido hasta el momento. Mullor les promete que su carta llegará al Vaticano y contacta con Maciel. Lo niega todo. Pero ya no le cree. Tres veces llega a entrevistarse con él. La primera vez lo ve venir: quiere hacerle ver que la nunciatura de México la ha obtenido gracias a su mediación. “Me contó incluso –confesaría en 2012 a la periodista de ‘Milenio’ Valentina Alazraki- que, habiendo oído que muchas personas hablaban bien de mí (sus relaciones, me explicó, eran amplias y sólidas), había expuesto la idea al papa durante una cena, de las frecuentes que tenía con él. A mi pregunta sobre el día que tuvo lugar esa cena, comprobé que -si realmente esa cena se hubiese sido llevada a cabo- ella habría sido un par de semanas después de que yo hubiese ya aceptado mi traslado de Lituania a México. Comenzaba a haber por medio una posible y desmesurada mentira”. “Aquellos días tuve la sensación de estar frente a la verdad más amarga de lo imaginado y de ser plenamente libre. Era un nuncio y una persona que había superado el ‘mito Maciel’. Maciel pasa en pocos años de la gloria al infierno.
Benedicto XVI asegura en el libro-entrevista "La Luz del Mundo”, del escritor alemán Peter Seewald, de 2010, que sólo a partir del año 2000 se comenzó a tener puntos de referencia concretos sobre Maciel y que eran necesario tener pruebas ciertas para estar seguros de que las acusaciones tenían base. El papa Ratzinger reconoció que "por desgracia" el caso fue afrontado "con mucha lentitud y retraso", debido a que "estaba muy bien cubierto". Finalmente, en 2006 Benedicto XVI ordena a Maciel que se abstenga de ejercer su ministerio públicamente para llevar “una vida de oración y penitencia”. Es repudiado por todos, incluso por la congregación que creó.
El pederasta Maciel “Yo desenmascaré al cura pederasta Maciel”, manifiesta, orgulloso, Monseñor Justo Mullor en esa entrevista a la periodista Valentina Alazraki, realizada cuando ya no tenía responsabilidades diplomáticas. ¿Era ese el fin que perseguía Juan Pablo II cuando lo envió a México? Mullor nunca lo preguntó y nunca nadie se lo aclaró. Lo que sí está claro es que “yo me encontré a Maciel y Maciel me encontró a mí”, manifiesta con orgullo el hijo del militar republicano que apenas pudo disfrutar de su padre por una crueldad oficial que no tenía razón porque ya la guerra… había terminado.
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