Ya ha superado la marca de millón y medio el número de firmas que le piden al Gobierno británico que cancele la invitación a Donald Trump para una visita de Estado. Ese viaje ‘perjudicará a la Reina’, según opinan no pocos parlamentarios en estos días de tormenta por la crisis de los inmigrantes y refugiados en EEUU. Desde un punto de vista cínico, el presidente norteamericano está cumpliendo su compromiso electoral de frenar la llegada de musulmanes y otras gentes supuestamente de mal vivir.
Pero en otros terrenos, cero patatero. Lo demuestra este martes descarnadamente el Daily Mirror en un revelador reportaje repleto de fotos sobre el desbordante Trump International Hotel, situado en la antigua Casa de Correos de Washington, en el 1100 de la avenida Pennsylvania. Está casi al lado del nuevo domicilio de Trump: la dirección postal de la Casa Blanca es el 1600 de la misma avenida.
Un reportero del Mirror, Chris Bucktin, ha seguido la estela de los periodistas que se infiltran bajo una personalidad ficticia en lugares o ambientes escogidos expresamente para investigar y sacar a la luz pública lo que no se ve. Puede ser una empresa que tima, un país impenetrable, un grupo hermético. Hay muchos casos famosos, entre otros el alemán Günter Wallraff en el Bild Zeitung y Stern o el norteamericano Geraldo Rivera en la televisión. El año pasado, Shane Bauer, de la revista Mother Jones, se infiltró en una milicia armada irregular en Arizona. Y un reportero francés con el seudónimo de Said Ramzi llegó a entrar un una organización yihadista.
Es una tradición antigua en el periodismo que cuenta con defensores y detractores por sus implicaciones éticas. Quienes están a favor no es que sostengan que el fin siempre justifica los medios, pero sí algunas veces. La inofensiva infiltración de Bucktin estaría en este capítulo: se registró en el Trump International Hotel, cuyas 263 habitaciones y suites van desde 473 dólares hasta los 25.000 dólares la noche. Se supone que el Grupo Mirror no le autorizaría a la Suite Presidencial.
¿Qué buscaba Bucktin? ¿Qué quería descubrir? ¿Qué pretendía demostrar? De acuerdo con la portada del periódico y por los datos que cuenta, la misión era hasta qué punto Donald Trump cumple su compromiso y su consigna de ‘América Primero’. De comprar productos norteamericanos y contratar empleados estadounidenses. El resultado de la ‘investigación lo resume el gran titular: ‘Presidente hipócrita: ¡América la Última!’.
La foto que ocupa casi toda la portada no necesita ninguna explicación: Bucktin está medio tendido en mangas de camisa sobre una enorme cama en una habitación con una decoración horrenda con esos dorados y esos presuntos lujos que tanto le gustan a Trump. Y sobre cada objeto, desde las sábanas a los apliques y accesorios, una etiqueta que identifica el origen de cada uno: Made in Mexico’, ‘Made in China’, ‘Made in Malaysia’, Made in Britain’, ‘Made in India’, ‘Made in Canada’, ‘Made in Italy’.
En el texto, los detalles. Un televisor Samsung de 55 pulgadas: fabricado en Tijuana. Artículos de baño: de Canadá. Tazas de porcelana: de Villeroy & Boch. Papelera de latón: marca Nevis, británica. Y así todo lo demás: las sábanas (italianas), el albornoz (chino), las toallas (de India), cubitera de hielo (británica), minirefrigerador (suizo)… Lo único realmente fabricado en EEUU que encontró el reportero fue, cómo no, una chocolatina en forma de lingote de oro con el nombre de Trump. Según cuenta Bucktin, el personal también en su mayoría tiene ‘acento africano o caribeño’. Incluso el director, llamado Mickael Damelincourt, es francés.
En resumen, el hotel es como una ONU en pequeño. Y muy caro: ha costado 200 millones de dólares el reacondicionamiento del edificio, pero la clientela no es que haya hecho cola por alojarse allí. En los dos primeros meses ha perdido dos millones de dólares, y eso que en el restaurante BlT del chef David Burke, un buen filete puede costar hasta 120 dólares.
Burke ha sustituido al asturiano José Andrés, que renegó de su contrato para montar un restaurante en el hotel cuando Trump insultó gravemente a los hispanos, en especial a los mexicanos. Todavía están pendientes las demandas cruzadas entre Trump y José Andrés, de diez y ocho millones de dólares, respectivamente.
Pero la gastronomía española también se ha infiltrado en el hotel. En el Benjamin Bar & Lounge se puede degustar por 12 dólares un ‘mantecoso queso manchego de oveja, de España’. Y por 14 dólares, un ‘chorizo español (salchicha de cerdo con pimentón ahumado’). Eso sí, en lugar de jamón ibérico del bueno, tiene jamón de Virginia. Es norteamericano de pura cepa, pero no da el pego.
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