Queso manchego y chorizo español en el hotel de Trump en Washington

A. R. Mendizábal
22:22 • 31 ene. 2017

Ya ha superado la marca de millón y medio el número de firmas que le piden al Gobierno británico que cancele la invitación a Donald Trump para una visita de Estado. Ese viaje ‘perjudicará a la Reina’, según opinan no pocos parlamentarios en estos días de tormenta por la crisis de los inmigrantes y refugiados en EEUU. Desde un punto de vista cínico, el presidente norteamericano está cumpliendo su compromiso electoral de frenar la llegada de musulmanes y otras gentes supuestamente de mal vivir.
Pero en otros te­rre­nos, cero pa­ta­tero. Lo de­muestra este martes des­car­na­da­mente el Daily Mirror en un re­ve­lador re­por­taje re­pleto de fotos sobre el des­bor­dante Trump International Hotel, si­tuado en la an­tigua Casa de Correos de Washington, en el 1100 de la ave­nida Pennsylvania. Está casi al lado del nuevo do­mi­cilio de Trump: la di­rec­ción postal de la Casa Blanca es el 1600 de la misma ave­nida.
Un re­por­tero del Mirror, Chris Bucktin, ha se­guido la es­tela de los pe­rio­distas que se in­fil­tran bajo una per­so­na­lidad fic­ticia en lu­gares o am­bientes es­co­gidos ex­pre­sa­mente para in­ves­tigar y sacar a la luz pú­blica lo que no se ve. Puede ser una em­presa que tima, un país im­pe­ne­tra­ble, un grupo her­mé­tico. Hay mu­chos casos fa­mo­sos, entre otros el alemán Günter Wallraff en el Bild Zeitung y Stern o el nor­te­ame­ri­cano Geraldo Rivera en la te­le­vi­sión. El año pa­sado, Shane Bauer, de la re­vista Mother Jones, se in­filtró en una mi­licia ar­mada irre­gular en Arizona. Y un re­por­tero francés con el seu­dó­nimo de Said Ramzi llegó a en­trar un una or­ga­ni­za­ción yiha­dista.
Es una tra­di­ción an­tigua en el pe­rio­dismo que cuenta con de­fen­sores y de­trac­tores por sus im­pli­ca­ciones éti­cas. Quienes están a favor no es que sos­tengan que el fin siempre jus­ti­fica los me­dios, pero sí al­gunas ve­ces. La inofen­siva in­fil­tra­ción de Bucktin es­taría en este ca­pí­tulo: se re­gistró en el Trump International Hotel, cuyas 263 ha­bi­ta­ciones y suites van desde 473 dó­lares hasta los 25.000 dó­lares la no­che. Se su­pone que el Grupo Mirror no le au­to­ri­zaría a la Suite Presidencial.
¿Qué bus­caba Bucktin? ¿Qué quería des­cu­brir? ¿Qué pre­tendía de­mos­trar? De acuerdo con la por­tada del pe­rió­dico y por los datos que cuenta, la mi­sión era hasta qué punto Donald Trump cumple su com­pro­miso y su con­signa de ‘América Primero’. De com­prar pro­ductos nor­te­ame­ri­canos y con­tratar em­pleados es­ta­dou­ni­den­ses. El re­sul­tado de la ‘investigación lo re­sume el gran ti­tu­lar: ‘Presidente hi­pó­crita: ¡América la Última!’.
La foto que ocupa casi toda la por­tada no ne­ce­sita nin­guna ex­pli­ca­ción: Bucktin está medio ten­dido en mangas de ca­misa sobre una enorme cama en una ha­bi­ta­ción con una de­co­ra­ción ho­rrenda con esos do­rados y esos pre­suntos lujos que tanto le gustan a Trump. Y sobre cada ob­jeto, desde las sá­banas a los apli­ques y ac­ce­so­rios, una eti­queta que iden­ti­fica el origen de cada uno: Made in Mexico’, ‘Made in China’, ‘Made in Malaysia’, Made in Britain’, ‘Made in India’, ‘Made in Canada’, ‘Made in Italy’.
En el texto, los de­ta­lles. Un te­le­visor Samsung de 55 pul­ga­das: fa­bri­cado en Tijuana. Artículos de baño: de Canadá. Tazas de por­ce­lana: de Villeroy & Boch. Papelera de la­tón: marca Nevis, bri­tá­nica. Y así todo lo de­más: las sá­banas (italianas), el al­bornoz (chino), las toa­llas (de India), cu­bi­tera de hielo (británica), mi­ni­re­fri­ge­rador (suizo)… Lo único real­mente fa­bri­cado en EEUU que en­contró el re­por­tero fue, cómo no, una cho­co­la­tina en forma de lin­gote de oro con el nombre de Trump. Según cuenta Bucktin, el per­sonal tam­bién en su ma­yoría tiene ‘acento afri­cano o ca­ri­beño’. Incluso el di­rec­tor, lla­mado Mickael Damelincourt, es fran­cés.
En re­su­men, el hotel es como una ONU en pe­queño. Y muy caro: ha cos­tado 200 mi­llones de dó­lares el reacon­di­cio­na­miento del edi­fi­cio, pero la clien­tela no es que haya hecho cola por alo­jarse allí. En los dos pri­meros meses ha per­dido dos mi­llones de dó­la­res, y eso que en el res­tau­rante BlT del chef David Burke, un buen fi­lete puede costar hasta 120 dó­la­res.
Burke ha sus­ti­tuido al as­tu­riano José Andrés, que re­negó de su con­trato para montar un res­tau­rante en el hotel cuando Trump in­sultó gra­ve­mente a los his­pa­nos, en es­pe­cial a los me­xi­ca­nos. Todavía están pen­dientes las de­mandas cru­zadas entre Trump y José Andrés, de diez y ocho mi­llones de dó­la­res, res­pec­ti­va­mente.
Pero la gas­tro­nomía es­pañola tam­bién se ha in­fil­trado en el ho­tel. En el Benjamin Bar & Lounge se puede de­gustar por 12 dó­lares un ‘mantecoso queso man­chego de oveja, de España’. Y por 14 dó­la­res, un ‘chorizo es­pañol (salchicha de cerdo con pi­mentón ahu­ma­do’). Eso sí, en lugar de jamón ibé­rico del bueno, tiene jamón de Virginia. Es nor­te­ame­ri­cano de pura cepa, pero no da el pego.







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